Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


He releído con profundo interés el artículo escrito por el reverendo sacerdote Padre Raúl Hasbún en el diario Financiero en el año 2013, republicado por elpaisonline.cl. ( https://www.elpaisonline.cl/opinion-new/general/3024-privilegios )

De su lectura no solo se desprende la enorme injusticia que la sociedad chilena y sus instituciones han infligido sistemáticamente a los vencedores de la gran guerra contra el comunismo el año 1973, sino que además ha caído sobre los chilenos en general, la maldición característica de ser terriblemente mal agradecidos, produciéndose una complicidad pasiva de gran parte de la sociedad civil y un creciente alejamiento de esa gesta histórica por las actuales generaciones de miembros de la FF.AA.

La razón de dichas causas es producto, ya que una vez derrotado militarmente al enemigo, este universalmente se armó con una fuerte ofensiva comunicacional desvirtuando los hechos y la historia y victimizándose de sus propias atrocidades, mintiendo como ha sido la estrategia impuesta por la izquierda para mantener por medio de las emociones el “doloroso trance que vivió la democracia chilena” y que repiten como mantra todos los políticos de la etnia que sean.

Así las cosas, hoy se persigue sin tregua y durante los últimos 50 años a los militares que cumpliendo con su deber defendieron la soberanía y la libertad de su pueblo.

Entonces, desde mi modesta defensa y contribución a la verdadera historia, debemos entender por lo visto y oído que las FF.AA. se han rendido al impacto de la mentira sistemática, confundiendo la no deliberación con la defensa de la historia y sus hombres.

Por esta razón y a sabiendas que al leerme a muchos por ceguera o poca comprensión intelectual les parecerá que estoy escribiendo algo del rubro de lo “no políticamente correcto”, frase de doble lectura para unos y otros.

La literatura define rendición, en términos militares, cuando soldados, naciones u otros combatientes dejan de luchar y eventualmente pasan a convertirse en prisioneros de guerra, ya sea como individuos o cuando se les ordena por sus oficiales. Una bandera blanca es un símbolo común de rendición, como también lo es el gesto de levantar las manos vacías y abiertas por encima de la cabeza .Sin embargo, que yo sepa, no se ha visto a ningún miembro de las FFAA levantar las manos ni ondear una bandera. Sólo escuché en los albores de los años 2000 una frase pronunciada por uno de ellos, quizás el peor: “nunca más” Quizás la frase más perversa que se emitiera en plana consolidación del nuevo proceso democrático, dando con ello lugar a la más feroz persecución por parte de los vencidos, donde el odio ha sido el denominador de todas las causas judiciales, hasta nuestros días.

Aquí cito textualmente al Padre Hasbun:

“En la revolución o guerra civil de 1891 murieron, en combate, cerca de diez mil personas. Hubo masacres de ferocidad inexplicable. La guerra envenenó además los espíritus.

Quienes vencían en una batalla se ensañaban con los derrotados, procurando su máxima ignominia y estigmatización social. No sufría, el país, carencias objetivas capaces de justificar tanta odiosidad, era sólo el desmadre de la pasión política y el desenfreno de egos personales. Tras la derrota balmacedista y el suicidio del Presidente, se temió una interminable resaca. ¿Cómo superar la espiral de rencor y venganza que sucede a tan enconados desencuentros y desangramientos sociales? La respuesta fue extraída del abecedario de la sensatez histórica: amnistía. En las leyes y en los hechos. Para unos y otros. Quienes nacimos 4 décadas más tarde no conocimos siquiera vestigios de estas banderías ni reclamaciones para reabrir las heridas.

Hacia 1973 Chile parece un país azotado por la guerra. La población sufre desabastecimiento de productos básicos. Dueños de empresas y predios son impunemente despojados. El Gobierno maniobra para controlar las comunicaciones e intenta unificar el sistema educacional según su propia ideología. Los fallos judiciales no son ejecutados, porque el Gobierno se arroga la facultad de apreciar su mérito y oportunidad. El juego del enroque permite al Presidente burlarse del Congreso que legítimamente destituye a sus ministros. Un clima de odio envenena y amenaza matar el alma de Chile. Los militares son llamados por los poderes públicos y la ciudadanía a restablecer el orden. Durante su gobierno se producen hechos de sangre y delitos que repugnan al derecho. Restablecido el orden democrático, se proclama una amnistía para todos los involucrados  !Quienes combatieron a los militares con hechos de sangre fueron, todos, amnistiados. Los militares, no! Tampoco se les benefició con la prescripción. La consabida y desprestigiada intimación de aplicar “todo el rigor de la ley” se descarga y sigue descargando sólo en ellos.”

Nada de lo anterior ha ocurrido, no existe la amnistía ni mucho menos la prescripción. En la guerra, sin embargo, cuando las partes están de acuerdo en los términos, la rendición puede ser condicional, es decir, si la parte que promete rendirse se aviene a ellos, solo después de que el vencedor hace ciertas demandas. De lo contrario es una rendición incondicional que pareciera ser lo que ocurre por  intereses políticos. Pero si así fuese, tampoco se aplica lo establecido en el convenio de La Haya de 1907 y en las convenciones de Ginebra.

Quiero recalcar que los militares presos son prisioneros de guerra y tal como lo establece la tercera convención de Ginebra no deben ser maltratados y objeto de abusos.

Chile vivió un proceso de guerra armada en los años 70 y la nación entera no se rindió ante el embate de más de 10 mil paramilitares fuertemente armados. Los militares en la defensa de su nación no capitularon ni mucho menos firmaron un armisticio con la guerrilla extremista, ni mucho menos un tratado de paz como el firmado el 15 de noviembre con la molotov en el escritorio del presidente Piñera, dando rienda suelta al desequilibrio institucional que vivimos.

No quiero ahondar, porque no soy especialista en asuntos militares y de guerra, pero lo cierto es que a ojos vistos nunca los militares chilenos se han rendido, pero hoy, por alguna razón inexplicable, diera la impresión que se sienten numéricamente inferiores a la izquierda que no solo los pretende conculcar mediante la formación académica, sino que les ha destruido sus símbolos más sagrados como la tumba del soldado desconocido y la estatua ecuestre del gran vencedor de la guerra del Pacífico. No creo que estén actuando como “última defensa “

La última defensa también se puede plantear en términos estratégicos, cuando los defensores consideran que su sacrificio es esencial para que el resto del ejército alcance la victoria final, como fue el caso de la última defensa en la famosa Batalla de las Termopilas.

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