Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


En la demencia diaria que estamos observando en el comportamiento de ciertos ejemplares de la política nacional, ya sea en forma individual o en el comportamiento colectivo bajo el designio de sus patrones ideológicos, vemos que muchos bajan la cabeza y aceptan seguirles el juego sin medir las consecuencias de sus actuaciones, sin entender qué irrealidad están viviendo y de la responsabilidad que encierran sus acciones. Entonces observamos, con verdadero terror, aparecer ante nuestros ojos la imagen tantas veces advertida y repetida del significado de la guerra cultural que estamos librando. Imágenes diabólicas pero vestidas con un manto de simpatía y llenadoras de ambientes, en que la risa falsa brota como reguero de maldad en cada una de las frases que las acompañan para endulzar el mundo sin Dios que les gobierna.

Sin duda que los mortales cultos y medianamente informados habrán oído hablar del Fin de los Tiempos, con la consideración que se desconoce exactamente cuándo llegará. Los teólogos sostienen que ni el Hijo de Dios lo sabe. Sin embargo estamos en condiciones de reconocer las señales que lo preparan.

Alexander Duguin plantea que es en este punto donde hay que oponer una línea clara con una idea propia.

Sin duda Occidente ha sido víctima de una ideología avasalladora que promueve el individualismo, el egoísmo, el materialismo, operando principalmente en el reino de la ideas y no en el de la materia, los cuerpos o la tecnología, basándose en la mentira y con ello promoviendo la inversión total de las mentalidades, las ideas y los fundamentos, sobre todo religiosos, destruyendo los pilares de la cultura Cristiano occidental.

Por esta razón, sostiene el filósofo ruso Duguin, estamos hablando del Armagedón, el Fin de los Tiempos y el Apocalipsis. Y es verdad, si miramos con detención a nuestro alrededor vemos que estos acontecimientos están ocurriendo frente a nuestros ojos, por tanto sin darnos cuenta estamos participando de quizás la última gran batalla del mundo y donde jamás podremos obtener la victoria si primero no la ganamos a nivel espiritual, ideológico e intelectual. Sin duda la guerra entre el bien y mal está siendo el componente de los ejércitos en combate. El general del mal es el Maligno que vino a nosotros, mucho antes que la civilización antihumana y abiertamente satánica que hoy vivimos y que hablara de LGTBI, paridad y todo lo que encierra la diversidad y el transhumanismo. Sin darnos cuenta lo vemos encarnado en personas de la política que sin pudor alguno ofenden a la gran mayoría nacional soberana que expresó su rechazo a toda concepción satánica de la vida izando la bandera de la diversidad. El Maligno se presentó neutral y lo primero que dijo fue “dejemos de lado al cielo y a Dios y solo pensemos en los hombres y la realidad material” y muchos creyeron en esa promesa y siguen mirando equivocadamente por el ejemplo que imitan en las redes sociales y en la televisión, en todas sus formas, pasando a ser consumistas, egoístas individualistas, materialistas y lo que es peor  dando crédito al culto que promueven las principales sacerdotisas del satanismo, tanto de izquierda como de pseudo derecha 

Esta ideología se construyó sobre la tesis de Averroes, sostiene Duguin, al plantear dos verdades: por un lado la verdad teológica y por el otro la verdad mundana que solo afectaba a la sociedad, al hombre y a la tierra. Fue el momento en que surgió el laicismo y el humanismo “la eternidad se encuentra muy lejos de nosotros y solo importa vivir el tiempo presente” Poco a poco fuimos concentrándonos en la realidad material y las preocupaciones humanas, intentando solucionar muchos problemas recurriendo al liberalismo, al comunismo, y al nacionalismo. Sin embargo cada vez más nos fuimos alejando de Dios, hasta que nos hundimos por completo en la nada, adentrándonos poco a poco en los abismos del infierno. Si no estamos con Dios entonces no podemos sino estar con el Diablo. El evangelio dice que los hombres debemos decidir entre un “Si” rotundo o un “No” rotundo. La iglesia de calcedonia fue reprendida por el Señor precisamente por ser tibia y no fría o caliente. Fue de esta forma que nuestro mundo fue engullido por los males del humanismo la secularización, la globalización, el progreso económico, el confort y el capitalismo, después que los seres humanos dijeron No a Dios y si a los bienes materiales prioritariamente. El resultado es que hoy caímos y vivimos en el infierno. No podemos seguir viviendo en este plano horizontal de la existencia. Duguin sostiene que es imposible ganar esta guerra sin la ayuda divina, sostiene que debemos afirmar la dimensión vertical del espíritu, el mundo celestial, la realidad y el ser angélico y cristiano dentro de nosotros mismos, si es que queremos ganar la guerra. No solo debemos oponer la naturaleza a lo patológico, sino antes que nada la Verdad y las enseñanzas cristianas y de otras confesiones tradicionales al mundo moderno. Solo defendiendo esta realidad vertical y divina podremos pelear. Verdad, Bien y Belleza han sido los pilares de nuestro discurso vertical y es muy importante que tengamos esto último en cuenta. Además, tanto la ciencia como la política, las leyes y las ideologías deben basarse en este plano vertical de la existencia: en una ciencia que no parte de Cristo la Verdad y la moral son simplemente diabólicas, por tanto es imposible ser neutral en esta lucha entre el cielo y el infierno.

Después de reflexionar tomando las palabras del filósofo Alexander Duguin para documentarlo, solo me resta decir ¿Cuánto tiempo hemos entregado al enemigo, que hemos incubado en nuestra propia casa? Es tiempo de expulsarlo y que sigan el curso que quieran pero diciendo las mentiras que deseen en un mundillo plagado de inacabados, que hoy tanto les atraen.

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