Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


Todavía impactado por los hechos ocurridos en el parlamento chileno, específicamente en la comisión de Constitución y Justicia de la cámara de diputados, me aboqué sin demora a buscar antecedentes históricos que ejemplificaran con absoluta precisión el alcance de un comportamiento humano tan despreciable como aquel que comete traición. Es así como encontré en la literatura elementos que pueden servir para comprender  el profundo daño político, social y económico que pueden causar actitudes como las observadas en el hemiciclo y entonces, investigando para no cometer errores de interpretación ni dejarme llevar por la ira que muchas veces ciega la razón, recurrí a la historia de la humanidad que  ha sido intensa en sucesos de todo tipo vinculados a diversos acontecimientos bélicos, gestos valientes y también, en el plano íntimo, amores y amistades de diferente naturaleza que han definido más de una vez el rumbo de las naciones.

Pero no sólo por acciones que coronan el pasado de muchos hombres llevándolos al panteón de los héroes, sino también como en los antiguos discos de vinilo que tienen dos caras, también existe un lado marcado por las traiciones, las cobardías y alcahueteadas más famosas de la historia, forjando un rótulo imperecedero y majestuoso de impunes actos de traición entre personas miembros de grupos de amigos, compañeros de armas o militantes de movimientos o partidos políticos.

He sostenido muchas veces en esta columna que la confianza es el valor más alto que un ser humano puede otorgar para estructurar los planos tradicionales de una conducta civilizada. Con ella se construye el entusiasmo, se camina con la frente en alto en pos de la defensa de ideales comunes. Se comienza a construir los cimientos de la admiración y en muchos casos se llega a la expresión más sublime de las relaciones humanas, el amor. Y sin embargo el acto más eficaz para pulverizarla es la traición en sus múltiples formas. Pero muchas veces a quien un sector, sea un país, una familia o un reino, define como traidor, se convierte automáticamente en héroe para el otro bando. Esto que acabo de decir quedo graficado para la historia política de este país cuando termina la votación de censura a la presidenta de la comisión e irrumpen los aplausos y los vítores de toda la izquierda unida, desde los más ultra a los “moderados”, engrandeciendo la traición cometida por un diputado de Renovación Nacional que ha tenido desde hace ya un tiempo claras manifestaciones de estar mal ubicado en el espectro político. Uno de los artífices del nuevo acuerdo para un nuevo mecanismo de constitución, despreciando la voluntad del 63 % de los chilenos que ya dieron su opinión el 4 de septiembre y que lo siguen manteniendo en las encuestas, con sólo un 3% de interés.

Educado en un buen colegio con férreas convicciones valóricas, con una madre profesora, que seguramente cuidaba su sólida formación. Más tarde en la escuela de derecho de la Universidad Católica y luego en estudios de posgrado en Alemania. Vale decir, una persona supuestamente preparada y equilibrada, con supuestos sólidos principios aferrados a una moral republicana, con criterio formado  para evaluar las consecuencias de sus acciones. Sin embargo se expresa y asoma en él la expresión de las más bajas pasiones que puede albergar el ser humano: aliarse con su enemigo político e ideológico para lograr un objetivo personal.

Me recordó sin duda a Marco Junio Bruto, definido por Plutarco “como portador de un carácter puro e íntegro”, y por cierto no pretendo establecer comparación, pero en la guerra civil Romana integró la oposición a Julio César y este lo perdonó, pero luego Casio lo convocó para su conspiración contra Cesar. Así Brutus se reunió con otros senadores (diputados en el caso de hoy) y en  una de las traiciones más grades de la historia, asesinó a Julio Cesar el 15 de marzo del año 44 AC.

Pero la historia continúa, luego del crimen la ciudad de Roma se puso en contra de los traidores. Marco Antonio, lugarteniente de Cesar, en su funeral amenazó a los asesinos y luego el pueblo de Roma dejó de ver a los conspiradores como salvadores de la República y todos sin distingo fueron acusados de alta traición y muertos.

Podría seguir con varios otros ejemplos pero creo que para expresar con claridad lo que hoy pienso, basta con este ejemplo histórico que marcó el futuro del Imperio.

Los diputados involucrados en este complot para salvar a una comunista, presidenta de la comisión antes dicha y vocera de la venganza y del mal para nuestro país, protagonizaron un acto imperdonable y una vez más repito la famosa frase de una de las más grandes líderes de occidente del último tiempo “los principios y valores se defienden, no se transan”

Las últimas palabras de Julio César, sujetando de la toga a su asesino: “Tú también Brutus”, espero resuenen por siempre en los tímpanos de todos los diputados de Chile Vamos y tengan claro que como a Brutus, la historia futura los castigará por ser parte de la connivencia de Chile Vamos con el partido comunista.

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