Osvaldo Rivera Riffo

 

Francamente creí que se había agotado mi capacidad de asombro en este país. Sin embargo pareciera ser que es una de las tantas cualidades de sobrevivencia del ser humano; de otra forma no me lo explico.

Conocí por los comienzos de los años 80 un par de niños que no superaban los 10 años. Yo era amigo de su padre, un brillante hombre público cuya huella todavía está marcada en el camino de muchos chilenos y particularmente en quienes tuvimos el privilegio de ser sus colaboradores y amigos.

La vida tiene esos recodos sorpresivos en el buen caminar que hacen que la marcha se detenga y sorteé el escollo, sin embargo hay uno de la cual ningún mortal se escapa, la muerte, esa que a los 34 le arrebató la vida al padre de cinco niños, al esposo afectivo y preocupado, al hombre de espíritu sólido, al destacado servidor público, al maestro de generaciones que hasta hoy siguen su ejemplo.

Me refiero a Miguel Kast Rist, dos de sus hijos están hoy presentes en el parlamento de la República, niños a los cuales me referí al comienzo; con los cuales jugué y acompañé junto a su padre cuando visitaban una plantación de pinos en la zona de Parral, o aquí en Santiago cuando Miguel me citaba a su domicilio particular. El mismo lugar donde días antes de su muerte recibí sus últimos consejos. ”Estarás expuesto a grandes desafíos, asúmelos con valentía y decisión, no serán tareas fáciles, te dirán de todo, recíbelo con tranquilidad y ofrécelo como sacrificio por el bien de Chile”. Cuando nos despedíamos y ya para siempre, me dijo: llévale este mensaje al Presidente y dile “que espero que lo acompañe la virtud y la humildad en la noble tarea de hacer grande a Chile”

Salí de esa habitación no con una sensación de tristeza, salí sobrecogido por la entereza y por la grandeza de haber conocido un hombre superior.

Hoy leo las declaraciones políticas de sus hijos y de verdad no sólo han cambiado los tiempos, han cambiado los valores, se han relativizado al extremo, tanto así como para que Pablo sostenga que el “inspirador político de su familia es Javier (Echeverry) y no su padre”

Frágil memoria la de los niños, no hay duda, razón por la cual fue fácil desdibujar la imagen del gran hombre público que fue su padre y de la enorme obra que puso en marcha. Legado que hoy, una fundación con su nombre vela por preservar y que encierra profundos conceptos políticos y humanos para una digna estructura social del país.

Lógicamente esta gran obra se comenzó en el Gobierno Militar, del cual Miguel fue un destacado artífice y leal ministro y por tanto, para el sucio juego de la izquierda, no cabía otra opción que distorsionarla y demonizarla, restándole su alto valor de ejemplo de vida.

¿Qué inspiración política puede ser más noble que erradicar el peor flagelo del ser humano, como es la extrema pobreza material y espiritual; el mayor caldo de cultivo de la izquierda que por décadas nada hizo por superarla, ya que le reditúa pingües beneficios electorales?

Pero en estos niños, hoy hombres de más de 40 años, la inspiración –afirma Pablo- la recibieron de un hombre con ideas muy distintas a las de su padre, el cual si hoy viviera, con certeza no abrazaría esas engañosas banderas de la Concertación. ¿Inspiración o concientización, me pregunto?

Miguel tenía un concepto muy claro de la lealtad y defendía con valentía las ideas y principios en los que creía, razón por la cual, como agradecido colaborador y amigo, escribo estas líneas ante el dolor de ver a sus hijos transitar por caminos que él no hubiese querido.

 

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