Osvaldo Rivera Riffo

 

Pocos hombres en la historia han tenido o tendrán la trascendencia del Presidente Pinochet.

Nunca se ha oído hablar con tanto odio, saña, maledicencia y rencor que de este Presidente.

Pero vamos a la historia: lo antecedieron 70 años de inestabilidad política, pobreza, desesperanza, analfabetismo y ruina. Políticas nefastas de diverso signo se intercambiaban el poder jugando con la credulidad de un pueblo mantenido en la ignorancia. Políticos de diversos colores arruinaron la convivencia nacional. Chile comenzó a sufrir el implacable avance hacia el comunismo de la mano de los Allende, Almeida, Altamirano, Corbalán, Teitelboim, Neruda, Baltra, Marín, etc. A los que se fueron sumando: Gumucio, Solar, Toha, Palma, Viera-Gallo y tantos otros, todos responsables del peor atropello a los derechos humanos que ha sufrido el país en su historia.

Un cuñado de una alta autoridad del gobierno actual, llamaba a no cumplir los fallos judiciales que ordenaban restituir la propiedad privada a sus legítimos dueños. Altamirano se avocó a infiltrar las FFAA para desatar la guerra civil y Luis Corbalán sin arrugarse proclamaba un “no a la guerra civil”, mientras armaba un ejército paralelo con ayuda de Cuba.

El hambre y la desesperanza asolaban el país. Colas interminables para lograr algún tipo de alimento. El mercado negro y el trueque, las herramientas de sobrevivencia.

La ENU (escuela nacional unificada) se pretendía imponer como sistema de educación y concientización política, para impedirle a los jóvenes pensar de forma libre.

Alberto Bachelet, padre de doña Michelle, imponía las tarjetas de racionamiento y las JAP, instrumentos totalitarios de control socio-político,  casa por casa, barrio por barrio.

El GAP (grupo de amigos personales) una guardia pretoriana de guerrilleros entrenados en cuba para proteger a Allende, se enseñoreaba por las grandes avenidas amedrentando a los ciudadanos.

Los medios de comunicación, escritos, radiales y televisivos insultaban a todos aquellos que se oponían al zarpazo comunista, justificando o azuzando el odio, la lucha de clases y la guerra fratricida.

Industrias y campos tomados, medios de comunicación cerrados, cárcel para dirigentes gremiales y estudiantiles, tortura a políticos opositores.

A poco andar, las mujeres en una marcha sin precedentes, salieron a la calle golpeando las ollas vacías y diciéndole al gobierno marxista BASTA. Apedreadas, golpeadas, heridas, recorrieron las calles del centro de Santiago haciendo sonar sus cacerolas, ante la mirada incrédula de la visita indeseable que en esos días recorría Chile, Fidel Castro, quien comentaba “que al parecer la llamada vía al socialismo aquí no se podría materializar usando el juego democrático”.

Vino el gran fraude electoral en las parlamentarias de marzo del 73 y así y todo ganó la oposición. Ya se preparaba entonces el plan Z, para acabar con la vida de los altos generales y principales dirigentes opositores.

El pueblo seguía saliendo a las calles y golpeaba las puertas de los cuarteles militares. La situación se hacía insostenible, reinaba el terror. Los cordones industriales tomados por la izquierda rodeaban Santiago y se aprestaban a ocupar la ciudad por las armas.

En las calles Vicuña Mackenna con Ñuble, una camioneta cargada con armas se da vuelta. Su conductor de apellido Andrade y sus acompañantes, todos funcionarios públicos, son juzgados por ley de control de armas, más tarde beneficiados por la ley de Amnistía de 1978. Eran parte de las armas que Allende en más de un discurso prometió que “tendrá el pueblo”

El país “del hombre nuevo”, como decía la propaganda, caía hecho pedazos. La inflación llegaba a más del 1000%  Se imprimían billetes sin respaldo a destajo y Chile se paralizaba.

Estos son sólo algunos ejemplos…

Y fue entonces que se escuchó fuerte un grito de libertad: el 11 de septiembre de 1973,  y se le puso fin al peor gobierno de nuestra historia y al camino hacia la opresión comunista.

Las FF.AA. y de Orden toman el control del país y comienza la reconstrucción, sin dejar de luchar contra la guerrilla clandestina que azolaba Chile y américa latina y donde campeaban destacados terroristas. Entre ellos, algunos cuyas chapas clandestinas eran “la comandante Claudia”,  “Sebastián Larraín” , “Miriel” etc...Estos tres electos en cargos de representación política y que en esos años mantuvieron una guerra subterránea que llegó incluso a intentar asesinar al Presidente de la República.

Ya en marzo de 1974 se establecen los principios que inspiran el gobierno de las FF.AA. para la rectificación social, económica y política del país y se fija la hoja de ruta para el nuevo orden constitucional.

Una profunda revolución cívico militar se pone en marcha.

Se logran acuerdos de paz con Perú y Bolivia y se lleva adelante un tratado de Paz y Amistad con Argentina, lo que permitió espantar el fantasma de la guerra.

Se logran importantes acuerdos comerciales internacionales y se diversifica la economía. De 50 misiones diplomáticas acreditadas en 1973 se llega a más del doble en 17 años, a pesar de la sistemática campaña marxista mundial que pretendía aislarnos.

El analfabetismo desaparece, la mortalidad infantil baja a límites mínimos, y la extrema pobreza se reduce a la mitad.

Se crean universidades privadas y centros de formación técnica abriendo las posibilidades de formación profesional a vastos sectores de la población.

Se amplía el rango de la clase media y se garantizan de verdad las libertades individuales. El estado de derecho se fortalece.

Se hace autónomo el Banco Central y se regionaliza el país.

Se crean las primeras Corporaciones Culturales y se fomenta el turismo internacional.

Se unen al territorio nacional sectores alejados de la civilización y se construye, en una tarea titánica y sin precedentes, la Carretera Austral, abriendo las puertas de nuestra maravillosa Patagonia.

Los programas de vivienda en base a subsidios comienzan a eliminar paulatinamente los campamentos y el recuerdo de las “poblaciones callampas” comienza a quedar en el pasado.

Se crea un nuevo Sistema de Salud que permitió que se desarrollara una enorme infraestructura que ofrece atención de salud moderna y digna a gruesos sectores de la población.

También se implementa un sistema de Previsión Social, basado en el ahorro personal de los cotizantes, que impide que los fondos de  cada uno de los chilenos sean capturados, por no decir robados, por gobiernos populistas y que además ha garantizado, en gran medida, la inversión que ha llevado al país a triplicar su producto interno bruto, acercándonos al desarrollo y posibilitando el bienestar de millones de chilenos.

La lista de reformas sería infinita, pero en síntesis: Pinochet y las Fuerzas Armadas sentaron las bases institucionales, políticas, económicas y sociales, para que Chile pudiera encumbrarse por sobre sus vecinos latinoamericanos y se convirtiera en lo que hoy es, tan distante al país miserable de antes de 1973.

Todo ello se mantiene hasta el día de hoy con las modificaciones que el desarrollo y modernidad requiere, pero también con otros cambios que le han puesto zancadillas al impulso de crecimiento y sana convivencia que los militares nos legaron.  Pero a pesar de lo anterior, las bases esenciales de un país moderno están ahí, como soporte de nuestro futuro y estabilidad.

Sólo un gran Estadista, con férrea voluntad, con una aguda visión de futuro, con sólidos conocimientos de la historia de la humanidad, con la humildad para aprender y con la sabiduría para escuchar, pudo haber conducido a un país mediocre, en ruinas, asolado por la acción destructora de la izquierda, hacia un camino de bienestar que nadie puede negar.

Esas características lo hicieron grande y trascendente.

Hoy no importa el insulto, no interesa la mala memoria del chileno, ni su mal agradecimiento endémico, sabemos que cada vez que un chileno conquista un peldaño más, lo hace sobre la escalera que el presidente Pinochet le puso en su camino.

Hoy no hay nadie que no se lo deba todo a este visionario estadista y es ese, quizás, el mejor homenaje al “Egregio Augusto”.

Y de la misma manera que a O’Higgins, desterrado por 40 años de su patria y sólo después de su muerte reivindicado, se escribirá la verdadera historia y el merecido reconocimiento al Presidente Pinochet.  Pero mientras tanto y como decía otro gran hombre de la historia: Sir Winston Churchill, a quien su pueblo también le dio vuelta la espalda “lo que a este país le hace falta son más políticos desempleados”

 

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