Osvaldo Rivera Riffo

 

En una de las escenas que se desarrolla en la explanada del palacio real de Helsingør, el príncipe Hamlet escucha a su centinela Marcelo pronunciar la célebre frase “algo huele mal en Dinamarca”, antes que apareciera el fantasma de su padre, quien se presentó ante su hijo para comunicarle que acababa de ser asesinado por su hermano Claudio, para usurparle la corona y casarse con su madre.

Esta tragedia sublime de Shakespeare hay que leerla o releerla, es imperativo y clave para comprender y entender la sociedad y a sus actores, además de enriquecerse intelectualmente, ya que permite a su vez conocer los intríngulis del hombre y su intrincado mundo de pasiones y dramas.

He escogido esta referencia luego de leer las declaraciones de la Presidente de la UDI, que más tarde suaviza en una columna de un medio de circulación nacional.

Creo sinceramente que esta Sra., al igual que otras representantes de su partido -en otras instancias de elección popular- han perdido definitivamente el juicio.

Sostiene que no es posible que un militante de su partido (que cada vez se parece  menos a ese que fundó Jaime Guzmán) tenga como opción política a José Antonio Kast y si trabaja en una organización pública peor “los tenemos a todos identificados”, remató con una velada amenaza.

¿Qué significa esto senadora? ¿Acaso junto con renegar de los principios históricos de la UDI, hizo suya la praxis de la izquierda y plantea una purga al mejor estilo estalinista? Pensé, en más de una oportunidad, que usted sería un gran aporte a la política, al menos su mensaje eso reflejaba. Pero con el correr del tiempo fue desdibujándose su imagen y hoy no parece más que una servil colaboradora de un gobierno que flirtea con las ideas de la izquierda, dejándole sólo espacio para reclamar lealtades y para, equivocadamente, suponer que Chile Vamos sigue siendo un conglomerado de Derecha.

Por favor señora, conozca al menos a sus socios y luego levante su voz contra quienes realmente supongo que son sus adversarios. Hágalo para perseguir y denunciar a toda la izquierda obstruccionista enquistada en todos los niveles de la administración del Estado. Si su mandante le permite decir eso, tendrá autoridad  moral para reclamar “lealtades” las que, por cierto, se tienen en política con principios e ideas y no por la ambición desmedida de sólo ganar elecciones para constituir grupos de poder.

Otra dirigente de su partido ensalza y promueve a un individuo de izquierda, para que llegue al parlamento y no sea su posible contendor…

Por eso estimado lector, “algo huele mal en Dinamarca”

Huele mal también, la escalada de violencia en los liceos tradicionales de Santiago, que ya perdieron su impronta de excelencia, donde el respeto a la autoridad y a los profesores era condición sine  qua non y hoy no existe más que vandalismo y desorden.

Huele igual de mal el angustiante nivel  de inseguridad ciudadana, donde la droga campea en poblaciones, donde se suceden a diario crímenes de las más diversas índoles, donde las tasas de depresión juvenil son pavorosas y los  suicidios se suceden uno tras otro. Esto va siendo el pan de cada día y ninguna autoridad es capaz de enfrentar con firmeza la grave enfermedad que asola a nuestra sociedad.

En cambio, políticos  mediáticos en vez de abordar estas problemáticas aparecen un día domingo, bajándose de un taxi, con el rostro desencajado porque en cumplimiento de las normas urbanas y producto de las denuncias de los vecinos, se procedió a llevar a las perreras los perros y gatos (más de 50 que habitaban en una casa de la comuna ). “Estoy consternada” -fue la frase- por el estado de los animales” Y ni una sola palabra para el hombre que ahí vive y que al parecer presenta problemas psíquicos. Esta es la prioridad que parece redituar más votos: aparecer en un procedimiento de rutina como defensora de los “canes vagos”… algo huele mal.

Por eso Hamlet, para sobrellevar todo el sufrimiento producto de la conducta humana, fingió estar loco y fraguar tranquilo su venganza.

 

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