ESPECIAL

 

 

 

Osvaldo Rivera Riffo

En los años sesenta y comienzos de los 70’ existieron en nuestro país medios de comunicación, todos de izquierda-marxista, cuyo objetivo primordial era la destrucción de la imagen pública y privada de los empresarios y políticos de la época.


Recuerdo la maledicencia en titulares para referirse al expresidente Jorge Alessandri y a muchos otros.

Un día fue entrevistado en un programa de TV el destacado senador y candidato presidencial don Julio Durán y el periodista le enrostró lo siguiente: "Me han dicho, senador, pero no me consta, que Ud. es ladrón…" La agudeza y rapidez del senador dejó al periodista boquiabierto con su respuesta: "Fíjese señor que a mí me han dicho, pero no me consta, que Ud. es maricón…"  -eran los tiempos en que la ideología de género ni siquiera se había pensado- y con ello se terminó el programa y nunca más el periodista volvió a insultar y a poner en tela de juicio la honra de nadie.

Hoy ese estilo de hacer periodismo se está imponiendo en una empresa periodística de alcance nacional. Son varias las plataformas que utilizan para sus fines y algunas han o son dirigidas por destacados miembros del partido comunista.

La estrategia es la misma de aquella época; imponer ante la opinión pública criterios e imágenes falsas, sacadas todos de un contexto verdadero, mañosamente articuladas para el siniestro propósito de asesinar imágenes públicas.

Lo más sorprendente es que dicha empresa es propiedad de un empresario identificado con el pensamiento de centro-derecha (en realidad no sé si me sorprende). En dicha estructura filosófica hay valores y principios que caracterizan el actuar en una sociedad civilizada: la libertad, el derecho de propiedad, la libre iniciativa, el esfuerzo personal, la defensa de la honra personal, del estado de derecho, de la autoridad, de la familia entre muchos otros.

Sin embargo la prensa en un falso concepto de libertad se siente con el derecho a imputar mentiras y falsedades, y condenar públicamente a hombres y mujeres por la sola conveniencia política, útil para las ideas con las que quiere influir y acarrear agua al molino de sus intereses, por viles y burdos que sean los métodos.

Estas acciones en la cultura occidental se denominan maldad, envidia, odio. Son procedimientos diabólicos que han servido para generar división entre los seres humanos y crear las condiciones para poner en duda permanente la fe pública e impedir finalmente la sana convivencia, el respeto, el orden y la estabilidad, como grupo social organizado.

No están exentos de estas intrigas malignas los políticos, que aterrorizados de perder su cuota de poder no trepidan en usar la mano de un mercenario de la pluma o de un sicario del periodismo, para asesinar la imagen de un adversario político.

Mala cosa para Chile, cada vez se crispa más el ambiente y la decencia cae hecha trizas, producto de la amoralidad imperante.

Ya lo vivimos con Golborne hace unos años atrás, hoy le tocó el turno a José Antonio Kast, curiosamente dos candidatos a la presidencia de Chile, ambos con una enorme y muy buena imagen pública.

En esta última acción hay coincidencias que dan que pensar. Se entrega a conocimiento la última encuesta política, donde el gobierno no sale muy bien parado. Estalla el problema económico de los hermanos Frei y se desarrolla una importante reunión donde tres políticos saltan a la palestra presidencial. ¿A quien le podría interesar intentar destruir la imagen de un contendor político?

Dado el panorama, se cumple con todas las acepciones del titular de este artículo, en particular la tercera que identifica la maledicencia como engaño.

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