Juan Pablo Zúñiga H. 


Con el fin de la CC hemos sido testigos de grandes alocuciones de convencionales que hicieron lo imposible para encausar el proceso fuera de la locura y el delirio de la “cofradía de los 105” convencionales representantes de las izquierdas radicales. Así tenemos las intervenciones de Rocío Cantuarias y de Luciano Silva Mora, que en pocos minutos retrataron todos los temas del texto -y del tipo de gente que este llenaría de poder- que preocupan a los chilenos.

Así las cosas, a estas alturas del campeonato -habiendo leído o no el texto propuesto- las razones que cada chileno tiene para rechazar son absolutamente legítimas. Ahora, tome cuidado, pues por ello lo han de criticar los “cabezas de pistola” de siempre diciéndole “usted no puede rechazar un artículo que no le parezca; apruebe, después se modifica”. ¡Que no lo engañen!: El texto ya viene con amarres y mecanismos que impiden su modificación en el corto plazo y que lo obstaculizan en el mediano. Piense: si desde el 2019 hasta la fecha han creado un daño material, moral y espiritual que ha hecho con que Chile retrocediera décadas, imagínese lo que pueden llegar a hacer desde el 5 de septiembre hasta el 2026. Esto nos puede costar tan caro como hundir al país y llevarlo a la falencia de la cual nunca más podamos salir.

El ser humano siempre tiende a este juego de engañarse a sí mismo. Se engaña señalando que hay mentiras blancas, mentiras piadosas y grandes mentiras; se engaña convenciéndose que existen pecados pequeños y también capitales. Sin embargo, la realidad es clara, no hay mentiritas y mentirotas, pecaditos y pecadotes: son mentiras y pecados, cuyo fruto es el mismo, la ruina. Con el texto constitucional sucede lo mismo: puede tener un artículo con ciertas falencias, contradicciones o consecuencias peligrosas, o, a su juicio, todo el texto puede presentar dichas fallas. El resultado será el mismo: un texto imperfecto que por sus amarres no es pasible de perfección, lo que lo hace más peligroso aún.

Así mismo, de todas las proposiciones que hay en el texto, es un hecho que existen algunas que por su alcance pueden ser mucho más devastadoras que otras. Así tenemos el caso del punto 143, artículo 2 sobre las “Entidades territoriales” que señala  que “el Estado se organiza territorialmente en regiones autónomas, comunas autónomas, autonomías territoriales indígenas y territorios especiales”, donde “las entidades territoriales autónomas tienen personalidad jurídica y patrimonio propio y las potestades y competencias necesarios para autogobernarse”. Si bien en el Artículo 3 señalan que el territorio es “único e indivisible”, los alcances del artículo anterior pueden ser peligrosísimos. De momento que se crean territorios dentro de Chile, que poseen un cuerpo legal diferente y con potestad para autogobernarse, estamos hablando de arrancarle un pedazo al territorio nacional para crear un nuevo país. Bastaría con que dos o tres de los pueblos originarios reclamen un territorio autónomo que cubra desde la cordillera al litoral, como para que, de norte a sur, nuestra geografía quede fragmentada en al menos 4 partes. Así mismo, bastaría con que los aimaras en el norte o mapuches en el sur creasen sus territorios como para que, en línea con el indigenismo latinoamericano, se juntasen a sus contrapartidas en territorio boliviano y argentino, respectivamente, para terminar dando salida al pacífico a ambas naciones.

El mismo borrador, en su punto 253, Articulo 16, sobre derechos sexuales y reproductivos señala que “el Estado garantiza…una interrupción voluntaria del embarazo”. Al no establecer una protección a la vida del que está por nacer, y señalando la “interrupción voluntaria”, fácilmente se podrá conseguir el aborto hasta los 9 meses, lo que en la práctica significa que el niño puede ser asesinado aún asomando su cabeza a la vida. Para evitar toda reforma a tal abominación, astutamente en el Artículo 23, señalan que toda “persona” tiene el derecho a la vida y que ninguna “persona” podrá ser condenada a muerte o ejecutada. Con ello dejan perfectamente amarrado el artículo 16, permitiéndoles argumentar que el niño que está por nacer es una vida, pero no una persona, y con ello, no está protegido bajo el artículo 16, es decir, puede ser ejecutado antes de nacer. Si usted considera la vida como un don sagrado, simplemente no puede hacerse parte de un proyecto constitucional que nos hará a todos parte, en calidad de cómplices, del asesinato de niños inocentes. 63 millones de vidas fueron terminadas en los EEUU desde 1973 hasta que finalmente triunfó la luz. De usted depende que nuestra nación no caiga en las tinieblas del error.

Tuve el desagrado de enterarme de un lamentable y poco afortunado comentario de alguien del apruebo que -espero se trate de una ironía- retrata el nivel de fanatismo que se observa en dicho grupo de la población: “Aunque la nueva constitución esté escrita con caca, la apruebo igual”. A esa frase se le suma la que el propio presidente Boric afirmara, señalando que “cualquier constitución es mejor que la escrita por cuatro generales”, lo que demuestra su propia ignorancia. Es que el fanático no considera razones, porque no opera a la luz de la razón, ni tampoco oye, cerrando sus oídos inclusive a las salvajadas que vomita. También hemos escuchado cosas del tipo “aprobemos primero y después la cambiamos”. A su vez, el ministro Jackson señaló que necesitan de la nueva constitución para realizar sus transformaciones que, a la luz de la constitución vigente, serían inconstitucionales. No necesita ser un experto en leyes como para darse cuenta que, si la actual carta magna, que es la que más progreso y estabilidad le ha dado a la nación en toda su historia, considera como inconstitucionales los planes del gobierno, significa que son tan descabellados y atentarían tan peligrosamente contra la estructura y estabilidad de la República que, de aplicarse hoy, estarían fuera de la ley.

Somos la República de Chile, nación del fin del mundo, enclavada entre el desierto más árido por el norte, la Antártica por el sur, la Cordillera de los Andes por el este y el océano más extenso por el oeste. Por muchos años aislados del mundo, nuestra nación eminentemente mestiza, se levantó por sobre todas las naciones de América Latina alcanzando un nivel de progreso, educación e igualdad admirado por el resto del continente gracias al trabajo, a la disciplina y al esfuerzo. De todas las afrontas que hemos sufrido de enemigos externos e internos, nada se iguala a la nueva constitución propuesta que, por su origen, estructura y contenido ideológico es una burla contra nuestra cultura y nuestras costumbres, una amenaza hacia nuestro pueblo y una sentencia de muerte para nuestra República. Por lo tanto, para sobrevivir como nación, la única alternativa posible es rechazar.

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