Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


En el famoso libro Las  Mil y una Noche hay una historia que durante varias noches relata Scheherazade, la cual he traído a mi memoria al recordar cuando de niño me amanecía leyendo estas historias de un libro de dos tomos, de rico empaste color verde y un sello dorado en el centro de la tapa: Alí Babá y los cuarenta ladrones era uno de los cuentos allí registrados.

Este cuento en toda su dimensión sirve para explicar en forma sencilla  la humildad y prudencia para recibir y administrar la fortuna conseguida con el esfuerzo y laborioso trabajo y por otra parte, la ambición desmesurada sin mérito y movida por el resentimiento y el odio.

Alí, un empeñoso leñador día a día cargaba sobre sus hombros el peso de la leña cortada en el bosque cercano a su pueblo para su venta y con ello alimentar a su familia, compuesta por su mujer, un hijo y una hija adoptiva llamada Morgana.

Con el esfuerzo de su trabajo compró un asno para ayudar en su carga y luego producto de su ahorro incrementó a tres el número de animales de carga.

Su hermano, ambicioso, buscó refugio para satisfacer sus necesidades bajo el alero de una mujer rica y tan ambiciosa como él.

Un buen día, Alí encontrándose en el bosque escuchó un tropel de individuos, como los que conocimos hace un tiempo llamados “octubristas”, que pusieron en alerta al leñador, el cual, subiéndose al árbol más frondoso y grande, lo trepó para escapar de la ferocidad del grupo que se acercaba. Escuchó que el jefe gritaba: ¡Ábrete Sésamo! Y una roca se desplazaba dejando al descubierto un largo pasillo al interior de la montaña, donde se acumulaban las riquezas producto del asalto, robo  y pillaje de los caminos y territorios que asolaban.

El cuento continúa con una simpática historia en que cada personaje tiene una estelar participación.

He traído a colación este cuento ya que este pueblo trabajador y honesto está siendo azotado por una banda de delincuentes que, bajo el rótulo de Revolución Democrática, han encontrado varias cuevas llamadas “fundaciones” donde esconden el botín que saquean de un pueblo llamado Chile.

La ambición del hermano de Alí Babá lo llevó a su martirio a manos de los ladrones, de la misma manera como un senador ha cambiado varías veces de opinión para referirse al modus operandi que desarrolla la banda que dirige y la ambiciosa mujer que nunca falta, como en las novelas  del inspector francés y su famosa frase “cherchez la femme”. Para completar el puzle, es su esbirra que intenta arrancar de cualquier responsabilidad y que al igual que la ambiciosa cuñada de Alí no trepida en sacudirse diciendo “Nadita que ver” son otros los responsables, yo sólo sabía decir “abre y ciérrate sésamo” mientras se acumulaban más de 3.000 millones en las cuevas de Antofagasta.

El cuento termina con la agudeza de la fiel Morgana, la hija adoptiva de Alí, quien al descubrir la trama urdida por los ladrones para asesinar a su padre vertió  aceite hirviendo en las vasijas en las cuales estaban escondidos los ladrones y ahí mismo se frieron vivos… de la misma forma en que los funcionarios de planta de la seremía de vivienda lo hicieron. Algo parecido ha ocurrido en La Moneda, donde hierve el aceite para freír en ella a parte del gabinete, cómplice en la robatina acumulada en las cuevas de Antofagasta.

Pero pareciera ser que se encontró otra cueva con el mismo signo en la región de los Lagos, donde el botín alcanza a 1.200 millones. Sin embargo todo indica que esta nueva cueva no se abrió con el sortilegio “ábrete sésamo” sino con el ruego de la Machi: “nülan kulliñ”.

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