25 septiembre, 2021 

 

 

 

 

Manuel Bengolea
Economista


El proceso que conduce a tomar la decisión por quién votar es igual al que llevamos a cabo cuando compramos un bien o un servicio.


Entramos de lleno en la campaña electoral, donde elegiremos al presidente, diputados y senadores. Y la pregunta que surge es cómo tomar la decisión con la mejor información disponible. Nada fácil si se toma en cuenta que en la última encuesta CEP, las instituciones con menor adhesión ciudadana eran los partidos políticos y el Congreso. Definitivamente los políticos han hecho poco y nada por prestigiarse. ¿Por qué? Con el concepto económico de teoría de señales y selección adversa, que cuenta con varios premios Nobel a su haber, lo voy a explicar.

El proceso que conduce a tomar la decisión por quién votar es igual al que llevamos a cabo cuando compramos un bien o un servicio; por lo tanto, los servicios políticos que adquirimos cuando votamos (comprar) hacen que, como en cualquier mercado, el de los políticos lleva asociado una selección, que podría ser adversa. La teoría de selección adversa sostiene que la falta de información (señales) hace que los compradores (los votantes) no puedan distinguir entre los diferentes servicios que ofrecen los vendedores en el mercado (oferta de los políticos) y, por tanto, los tratan a todos como iguales y no los discriminan. En este sentido, el concepto de «selección adversa» significa que, ante un precio que se corresponde con la calidad promedio, los políticos que ofrecen soluciones de alta calidad se ven obligados a salir del mercado, debido a la falta de demanda de su oferta. Un hecho que, a la vez, provoca que baje la calidad de las ofertas de los políticos que van quedando. Llevada al extremo, esta situación puede llegar a destruir un mercado, o en nuestro caso, la buena política.

Lo anterior explica por qué la política chilena se ha deteriorado tanto últimamente y, lo que es peor, de no mediar reformas que permitan a los votantes discriminar la oferta política, el daño continuará, y el deterioro económico adjunto al empeoramiento de las políticas públicas agudizará aún más el problema. Un ejemplo de lo anterior es que la calidad de las políticas públicas ya casi no importa, pues lo esencial en la actualidad es si las propuestas me hacen o no popular antes de una elección. Es el caso de los retiros de los fondos de las AFP y del IFE universal que, a pesar de que los técnicos de casi todo el espectro partidario se han manifestado en contra, los “candidatos” las apoyan porque son populares. Todo lo anterior ha llevado a que el nivel de endeudamiento del fisco se acerque al 40% en el corto plazo, y la mayor preocupación es que este desenfreno fiscal no se detenga y nos conduzca a una crisis de deuda, lo que terminaría con un peso muy depreciado, aumento importante en la pobreza y debilidad significativa en el mercado laboral.

Sin ir más lejos, el resultado electoral de la Convención Constituyente refleja bastante bien el concepto de selección adversa. Es más, la Lista el Pueblo es un ejemplo de la oferta de baja calidad, y no es casualidad que en dicho conglomerado exista un estafador, otros que aparecen disfrazados, y otros embelecos. Demás está decir que el incremento en la popularidad del Partido Comunista, cuya historia es utilizar la institucionalidad democrática para acceder al poder, y una vez alcanzado, capturarlo para perpetuarse en él, con los ya más que reconocidos efectos en el deterioro en la calidad de vida y restricción a la libertad de la población, es otra muestra de la selección adversa. Por lo tanto, un demócrata de verdad debería propiciar una mayor competencia en el mercado de las elecciones y estar a favor de propulsar medidas para que la calidad suba, de manera de revertir el proceso de selección adversa. Lamentablemente, el Frente Amplio, que podría asumir ese rol, ha optado por aliarse con los comunistas a quienes no les gusta la competencia, y que abogan abiertamente por bajar los estándares de la política.

Como la decisión de mejorar la calidad de la política no provendrá de los profesionales de dicha actividad, pues no les conviene, la opción de cambio radica en los votantes, para que demandemos una oferta política de mejor calidad. Eso es simple y no pasa por votar por un “forastero”, alguien externo a la política, sino que por los que prometen que el anhelado desarrollo lo conseguiremos trabajando todos, no unos contra otros, y que las propuestas sean consecuentes con fortalecer el vínculo existente entre trabajo duro y recompensa, pues hasta ahora la solución estatal solo les sirve a los políticos que quieren capturar las instituciones para su beneficio electoral. Solo recordar a Platón que sostuvo: “En política suponemos que todos los que saben cómo obtener votos saben cómo administrar una ciudad o un estado.  Cuando estamos enfermos… no pedimos el medico más guapo o el más elocuente”.

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/manuel-bengolea-decision-electoral-platon-y-la-seleccion-adversa/

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