Gonzalo Ibáñez Santamaría


Como lo había anunciado ya, la Convención Constituyente ha decidido terminar con el carácter nacional del estado chileno para reemplazarlo por uno de carácter plurinacional. Y terminar asimismo con la unidad del territorio nacional para crear verdaderos estados dentro del estado dotados de sus propios ordenamientos jurídicos. Todo ello, haciendo referencia a la situación en que se habrían encontrado diversos pueblos “originarios” a la llegada de los españoles, de modo de restablecerlos en su situación anterior a ese momento.

De un plumazo, los convencionales pretenden borrar lo que han sido nuestros 500 años de historia para reemplazarlos por una falsedad detrás de la otra. La nuestra ha sido una historia de constante integración de diversos pueblos con el resultado de una sola nación, un solo estado y una sola gran raza, en la cual se han ido integrando por lo demás grupos muy numerosos venidos desde distintas partes del mundo entero.

Hoy se nos quiere mostrar como un país donde nuestra historia habría sido una de clases o grupos dominantes y otros, dominados. Estos, por fin, podrían recuperar su libertad. Es el típico discurso marxista con la diferencia que, ahora, los “proletarios” de antaño son reemplazados por los “pueblos originarios”, por las “mujeres” o por los que están más allá de la tradicional clasificación entre sexo masculino y sexo femenino. Pero, la mentira sigue siendo la misma. La de inventar conflictos y atizarlos para obtener dividendos de poder político, aunque ello sea al precio de destruir países, arruinar economías y condenar a poblaciones enteras a la miseria, a la degradación.

Lo que sucedió con el mundo proletario es muy instructivo al respecto. Fue inyectando un odio que no existía y, después, atizándolo, que el comunismo logró crear en muchos países situaciones de extrema confrontación. Para eso, se atribuyó el monopolio de la representación de la clase proletaria, hasta el punto de tildar a aquellos proletarios que se negaron a seguirlos en su estrategia de confrontación, como “vendidos a la burguesía opresora” o “lacayos del imperialismo”. El resultado fue, como quedó muy en claro, que la famosa “dictadura del proletariado” terminó siendo una dictadura “contra” el proletariado. No más los comunistas llegaron al poder su única preocupación fue la de organizar un sistema de opresión que impidiera hasta la menor protesta. De hecho, el resultado final fue la pobreza máxima de las poblaciones que dominaban y la muerte de millones de personas por represión o simplemente por hambre.

Con los “pueblos originarios” está sucediendo algo similar. Se les invoca para fomentar un enfrentamiento y para utilizarlos en él como "carne de cañón". Pero ¡Ay! de aquel miembro de esos pueblos que no obedezca a esa estrategia. El cabo de Carabineros Eugenio Nain Caniumil, de un pueblo originario, pagó con su vida la audacia de pertenecer a Carabineros de Chile. Por eso, oponerse a la pretensión de desmembrar al país es desde luego un imperativo para defender a los miembros de esos pueblos e impedir su manipulación para objetivos que están muy lejos del bien de sus comunidades.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm

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