12 DE NOVIEMBRE DE 2020 

 

 

 

 

 

Hermógenes Pérez de Arce


La principal figura de la derecha en el mundo es hoy Donald Trump. El ejemplo de coraje político que está dando lo reafirma en la vanguardia de los líderes de la misma ideología en los siglos XX y XXI, junto a Churchill, De Gaulle, Pinochet, Thatcher, Reagan, Víctor Orban y Jair Bolsonaro. Todos ellos se han caracterizado por levantar a sus países en momentos críticos y llevarlos a situaciones de primera línea.

Antes de la pandemia, el gobierno de Trump mostraba sólo éxitos, como lo destaqué en este blog el 31 de enero, cuando publiqué su discurso de días antes en el Foro de Davos, Suiza, en el cual expuso la envidiable situación económico-social a que había elevado a su país hasta entonces.

La derecha, como en ese caso, lleva a cabo los más exitosos gobiernos del mundo, pero algunos de sus líderes adolecen de debilidad de carácter para sostener sus ideales y defender sus logros, por contraste con una izquierda fracasada en la tarea de dar solución a los grandes problemas nacionales, pero comunicacionalmente exitosa para imponer consignas y lapidar publicitariamente a sus adversarios. Éstos, cuando son irresolutos o cobardes, terminan haciendo lo que ella les impone, por erróneo y perjudicial que sea para sus países. Ejemplo presente, lamentable y patético es Sebastián Piñera, que está regalando su país a la izquierda y, por tanto, arruinándolo.

A su turno, Trump no ceja y es un ejemplo, aunque aparezca momentáneamente perdiendo la reelección ante su rival demócrata, cuya aspirante a vicepresidenta, Kamala Harris, decididamente de izquierda, se proyecta como la verdadera personalidad decisiva en la dupla, pues un Biden añoso y con intervalos de inlucidez, debería dejar pronto el poder en sus manos. Pero, por suerte para los EE. UU. y el mundo, Trump ha planteado y está fundando sólidas acusaciones de fraude electoral, que están provocando la revisión de los resultados publicados hasta ahora. El aparente triunfo inicial de Biden está, pues, sujeto a revisión, y por eso gobernantes responsables y con personalidad propia, como los de Rusia, China, Brasil y México, se han abstenido de darle reconocimiento oficial. 

Otros, incomprensiblemente, como en el caso del británico Boris Johnson; o comprensiblemente, como en los del centrista Macron o la vacilante Merkel, se han adelantado a reconocer a Biden como ganador, cuando ni siquiera la institucionalidad norteamericana permite hacerlo. Los títeres de la izquierda se han apresurado a lo mismo, por supuesto, y no podían faltar Piñera y su ministro Allamand, de larga trayectoria de renunciamientos, comunicando felicitaciones entreguistas y extemporáneas cuando está todavía por verse el desenlace de la elección, pero ya hay pruebas de fraudes en al menos 16 estados de la Unión. 

El ejemplo de firmeza de Trump se hace particularmente aleccionador para Chile, donde la debilidad del gobernante ha derivado en un régimen de facto cuya ilegitimidad se está haciendo patente en el caso del segundo retiro del 10 % de los fondos previsionales, merced a una iniciativa abiertamente inconstitucional de la izquierda, que ya en el caso del 10 % inicial el propio Piñera cohonestó y que, en conjunto, representan un torpedo bajo la línea de flotación contra la economía chilena, cuyo éxito derivó fundamentalmente del salto en el crecimiento gracias a la privatización de los fondos previsionales. Esto se veía venir, pues el triunfo del "Apruebo" fue el de su lema principal, "No + AFP", y votaron  por ambos Piñera y sus ministros por orden suya (fuente: uno de éstos), más numerosos derechistas cobardes y entreguistas (hasta el presidente de la Sofofa). 

Como la gente sabe cuándo la van a robar, aplastantemente presiona por un 10 % tras otro, y después "irá por todo", segura de que el izquierdismo triunfante y la estupidez rampante le van a escamotear lo que quede de sus fondos más temprano que tarde. Así están pereciendo la democracia y el modelo chileno exitoso, a manos de una izquierda omnívora y una derecha en pánico que ejerce su derecho a la imbecilidad.

No hubo acá un Trump ni nadie que tuviera su coraje ni siguiera su ejemplo. Ojalá allá se libren de Kamala Harris y el socialismo extremo. Acá nadie nos libra de Pamela Jiles y su último torpedo bajo la línea de flotación del Chile que una vez se acercó a ser el mejor. 

Fuente: http://blogdehermogenes.blogspot.com/

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