Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


Cuando uno analiza lo que se podría realizar en términos útiles en ese periodo de tiempo, un tercio de la jornada semanal laboral, se vienen a la memoria varías cosas. Por ejemplo: 30 atenciones médicas, 15 horas cronológicas de clases, un viaje a Alemania, leer un libro, ver al menos 10 películas, en fin, tantas otras cosas, pero escuchar un discurso durante todo ese tiempo es simplemente demencial.

Haber hecho uso y abuso del tiempo de 150 funcionarios públicos que debieran estar en el parlamento para legislar en favor del pueblo, depositario de la soberanía, es un despropósito más allá de cualquier duda razonable.

No existe argumento lógico para comprender una perorata cargada de adjetivaciones y descalificaciones. Nadie hoy puede sostener que la conducta empresarial del Presidente de la República no sea reprochable, son muchos los ejemplos que así lo advierten. Sin embargo nada justifica un discurso de 15 Hrs. ininterrumpidas. Solo se explica por la estrategia de la izquierda, siempre reñida con la moral, la cual estima lícita cuando es ella quien la agrede y la burla. Esto ha sido así desde siempre, recordemos los resquicios legales del gobierno del que fue opositor Naranjo como miembro de las juventudes del partido nacional y luego siendo opositor al gobierno militar e integrándose al partido socialista buscó un nuevo acomodo político. Nunca ha sido un hombre de luces, más bien un ser obnubilado por su ambición política, de la cual ha vivido más que cómodamente. Incluso en su destierro político, dicen que una acomodaticia alcaldesa de “centro derechita” le habría tendido una manito por un tiempo.

En tanto, de las únicas peroratas interminables de las que se tenía recuerdo eran las del tirano Fidel que al menos tenían retórica. Este otro solo quiso, repitiendo y repitiendo los motivos del libelo, dar tiempo para que el voto faltante saliera de la cuarentena y llegara a la votación presencial. ¿Quién era ese voto que daría la mayoría circunstancial?: Jackson, el cerebro motor de la campaña de su inestimable amigo Boric y uno de los principales promotores del odio.

Con esa burla legal hicieron posible que la acusación contra Piñera se materializara y pasara al senado cuyos integrantes, como jueces, deberán emitir el veredicto final.

Primera vez en nuestra historia que un hecho de esta magnitud ocurre. También primera vez que bajo una acción tan repudiable como sería el uso de información privilegiada para beneficios personales, se gane tiempo mediante un resquicio legal para retrasar una votación.

Se podrán argumentar todo tipo de razones, pero lo claro es que una vez más la democracia ha quedado en entre dicho por el reprobable rol de la clase política que urge cambiar sin dilación, atreviéndonos a romper las ataduras a las cuales por 30 años nos ha sometido la izquierda.

Necesitamos un parlamento intelectualmente muy superior, moralmente intachable y por cierto ajeno a cualquier mecanismo de corruptela que dañe la fe pública o los preceptos constitucionales.

¿Cómo es posible que una manga de rufianes esté enquistada en los lugares donde se discute el porvenir de una Nación completa?

¿Cómo es posible que órganos que históricamente fueron ejemplo mundial de sobriedad, prudencia y tolerancia, donde se cultivaba la amistad cívica, se convirtiera en el chiquero donde se revuelcan los chanchos en la podredumbre de sus propias acciones?...

¡Una vergüenza que debe hacernos meditar profundamente!

No estoy intentando justificar las acciones de Piñera. Creo que la dignidad del cargo de Presidente de Chile, la más alta investidura a la que se puede aspirar, y el que la detenta por la voluntad popular tiene el deber moral de cautelarla por sobre cualquier interés que no sea el bienestar de la Patria. Pero también la deben cuidar quienes tienen la obligación de ejercer sus atribuciones fiscalizadoras de las acciones de la administración del Estado, no inmiscuyéndose y presionando a otro poder del estado que se encuentra realizando la investigación judicial correspondiente.

Por eso afirmo que la corrupción moral afecta gravemente la democracia. Esta es, hasta la fecha, una forma razonable de ejercer el rol político que la sociedad en comunidad puede darse, pero en la medida que la sigan desprestigiando y quitándole su verdadero valor filosófico y social se abrirán las compuertas para dejar correr la avalancha de las desventuras.

Naranjo ha dado la mejor razón que algunos buscaban para convencerse que el caos sólo proviene de la izquierda y por tanto a lo único a que ella teme es al orden. La izquierda se alimenta y así ha sido históricamente, del conflicto y el caos.

Asegúrese que eso termine y ATRÉVASE, no lo dude, se lo exige Chile. Espante el temor al caos, ya que este sólo con mano firme se elimina.

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