
Martes 28 de agosto de 2018
"Me pregunto si cuando recibió el premio Casa de Las Américas, Zurita pensó o mencionó que el año anterior había fallecido en el exilio una de las glorias de las letras cubanas, Guillermo Cabrera Infante".
Nos parecía espeluznante esa figura barbárica de los sacrificios humanos para aplacar a los dioses. Más modernamente nos ha llegado -por la influencia anglosajona en los medios- a través de la quema de brujas que desaprensivamente llegaron a celebrar nuestros niños en noviembre, lo que hoy nos avergüenza como cristianos. Acontecimientos recientes nos hacen respirar la atmósfera en que esas irracionalidades son posibles, si bien no con sus consecuencias tan terribles. No por ahora. Asombra la celeridad con que los que rodean a un acusado rasgan vestiduras y se suman a mostrar el pulgar hacia el suelo, como afirmando su pureza personal, aunque se combinen con las bajezas de siempre. Se requeriría una explicación de sicología de masas.
En la defenestración de Mauricio Rojas se trasluce el mismo ritual. Parece que los apaleadores no habían leído el libro. Se entiende la iracundia de parientes y amigos de las víctimas; les asiste humana razón de que lo relatado en el Museo ocurrió y que no hubo proporción -en los muertos- entre causa y efecto. En el resto de la gente, habría que auscultar su alma para ver cuánto hay de contrariedad con las expresiones de Rojas y cuánto de indignación rutinaria o enfado dramatizado. Las palabras escogidas en una conversación hace ya tiempo publicada podrían haber sido diferentes si se referían a que la historia de Chile -y no solo la más reciente-, sin negar los hechos, va a permanecer siempre como objeto de controversia y búsqueda de explicaciones que rara vez van a converger en consenso. Hay que ver no más las discusiones y pendencias que provoca el desarrollo del pueblo mapuche.
El debate sobre la historia de las últimas décadas es y será parte de la política del país por largo tiempo; ya lo vimos en la censura retrospectiva al libro de marras y con el intento de proscribir la libertad de expresión. Si esta fuerza ciega llegase a afectar la posición del canciller Roberto Ampuero vendría a ser un K. O. político total para el Gobierno. Y no se detendría en el plano político; la inquisición con ansias de jaque mate se extendería a la gestión general del Presidente Piñera.
Sobre el caso de Mauricio Rojas permítaseme una digresión. No me detengo en el caso de un dirigente comunista que calificó a Ampuero de "negacionista" (¿con qué ropa?). Me refiero en cambio a Raúl Zurita, de peso artístico y cultural, que emitió una fatwa contra Rojas: que nadie trate con él. Por el sentido de acatamiento reflejo que existe en estos temas el anuncio era de temer y así fue. En 2006, Zurita recibió un premio, codiciado por muchos, de la Casa de las Américas, de Cuba; por la estructura del sistema, se puede calificar como una distinción entregada por un sistema totalitario. No objeto que el diálogo intelectual se establezca con todos; no se puede limitar a los puros sistemas democráticos. La historia humana es testimonio de ello. Solo me pregunto si en la ceremonia -ignoro si hubo, o con ocasión del anuncio- Zurita pensó o mencionó que el año anterior había fallecido en el exilio una de las glorias de las letras cubanas de la segunda mitad del siglo XX, Guillermo Cabrera Infante; para no hablar de la legión de escritores disidentes de estas últimas décadas, o de los miles de muertos -número incierto- de la guerra civil de comienzos de la década de 1960.
Más que otros síntomas -la proliferación de los Chávez de derecha e izquierda a lo largo del mundo-, la pervivencia de la quema de brujas -o el mecanismo mental que la facilita- es lo que ensombrece el panorama general del futuro de la democracia en el mundo. Y que no se crea que somos inmunes a este asalto a la razón, a la caridad y a la convivencia.
En la defenestración de Mauricio Rojas se trasluce el mismo ritual. Parece que los apaleadores no habían leído el libro. Se entiende la iracundia de parientes y amigos de las víctimas; les asiste humana razón de que lo relatado en el Museo ocurrió y que no hubo proporción -en los muertos- entre causa y efecto. En el resto de la gente, habría que auscultar su alma para ver cuánto hay de contrariedad con las expresiones de Rojas y cuánto de indignación rutinaria o enfado dramatizado. Las palabras escogidas en una conversación hace ya tiempo publicada podrían haber sido diferentes si se referían a que la historia de Chile -y no solo la más reciente-, sin negar los hechos, va a permanecer siempre como objeto de controversia y búsqueda de explicaciones que rara vez van a converger en consenso. Hay que ver no más las discusiones y pendencias que provoca el desarrollo del pueblo mapuche.
El debate sobre la historia de las últimas décadas es y será parte de la política del país por largo tiempo; ya lo vimos en la censura retrospectiva al libro de marras y con el intento de proscribir la libertad de expresión. Si esta fuerza ciega llegase a afectar la posición del canciller Roberto Ampuero vendría a ser un K. O. político total para el Gobierno. Y no se detendría en el plano político; la inquisición con ansias de jaque mate se extendería a la gestión general del Presidente Piñera.
Sobre el caso de Mauricio Rojas permítaseme una digresión. No me detengo en el caso de un dirigente comunista que calificó a Ampuero de "negacionista" (¿con qué ropa?). Me refiero en cambio a Raúl Zurita, de peso artístico y cultural, que emitió una fatwa contra Rojas: que nadie trate con él. Por el sentido de acatamiento reflejo que existe en estos temas el anuncio era de temer y así fue. En 2006, Zurita recibió un premio, codiciado por muchos, de la Casa de las Américas, de Cuba; por la estructura del sistema, se puede calificar como una distinción entregada por un sistema totalitario. No objeto que el diálogo intelectual se establezca con todos; no se puede limitar a los puros sistemas democráticos. La historia humana es testimonio de ello. Solo me pregunto si en la ceremonia -ignoro si hubo, o con ocasión del anuncio- Zurita pensó o mencionó que el año anterior había fallecido en el exilio una de las glorias de las letras cubanas de la segunda mitad del siglo XX, Guillermo Cabrera Infante; para no hablar de la legión de escritores disidentes de estas últimas décadas, o de los miles de muertos -número incierto- de la guerra civil de comienzos de la década de 1960.
Más que otros síntomas -la proliferación de los Chávez de derecha e izquierda a lo largo del mundo-, la pervivencia de la quema de brujas -o el mecanismo mental que la facilita- es lo que ensombrece el panorama general del futuro de la democracia en el mundo. Y que no se crea que somos inmunes a este asalto a la razón, a la caridad y a la convivencia.
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