Publicado el 04 de septiembre, 2018

 

 

 

Abogado, ex diputado, fundador de Acción Republicana
José Antonio Kast
 

Esta semana llega a su término una de las discusiones legislativas más ideologizadas de las que han tenido lugar en el Congreso. Esto, al menos luego del largo camino que viabilizó la ley que permitió el aborto: la ley de identidad de género.

Para quienes no conocen el contexto de la discusión es bueno partir con una explicación. El proyecto de ley busca que las personas que tienen la convicción personal de que su género es distinto de su sexo biológico, puedan cambiar su identidad biológica registrada en su partida de nacimiento del Registro Civil (de hombre a mujer o viceversa). Dicho cambio será vinculante para todos, por lo que, por ejemplo, si estamos frente a una persona que biológicamente es mujer, y esa persona cambió su sexo registral en virtud de esta nueva ley y fundada en su “convicción personal” de que su identidad de género no coincide con su sexo, no podremos tratarle nunca más como mujer, y estaremos obligados a que social y oficialmente le tratemos como hombre, aún cuando la propia ley le faculte mantener su apariencia física de mujer. Asimismo, la ley no contiene norma alguna respecto del ejercicio del derecho constitucional de la objeción de conciencia para quien, en virtud de sus convicciones más profundas, pretenda hacer frente a dicha imposición.

He aquí entonces la cúspide del debate ideológico relativista y liberal, donde toda la realidad es construida, y donde nada es naturalmente dado. Estamos frente a la disputa entre un dato objetivo, dado y ni siquiera negado por las propias personas trans, que es que cuentan naturalmente con una identidad sexual, con un sexo biológico determinado aún antes de nacer. El problema es que ellos tienen la convicción personal de que su género no corresponde con su sexo, y que dicha convicción subjetiva puede ser impuesta a todos, borrando cualquier dato que dé cuenta de su identidad biológica y objetiva, inclusive de los registros oficiales, como una especie de “derecho al olvido”.

Con lo anterior, resulta claro que cuando tantas veces hemos hablado de ideología de género, esto no constituye para nada una caricatura, pues intentar imponer una convicción personal y subjetiva en los documentos oficiales, eliminando un dato natural, biológico y objetivo como el sexo, como si nunca hubiese existido, no es sino producto de la más profunda ideologización de la naturaleza humana. Lamentablemente esto no es todo y para mayor desgracia de nuestra sociedad, hoy existen sectores de derecha acomplejados, que de manera absolutamente servil al progresismo relativista y a la izquierda ideológica han apoyado esta ley. Lo anterior no solamente se ha hecho presente en Evopoli, sino que también en RN y en la UDI. Pero, además, el propio Gobierno ha impulsado esta iniciativa con un añadido gravísimo y peligroso que jamás esperamos de un Ejecutivo que partió su discurso con #losniñosprimero: la inclusión de menores de edad para que puedan cambiar su sexo registral.

 

Los padres no tienen derecho a cambiar el sexo de sus hijos, pues ello constituye un atentando contra su dignidad, integridad física y psíquica.

 

Para su apoyo, han dado los más variados argumentos. Dentro de ellos, el más terrible, por su contexto, es la instrumentalización del “derecho preferente de los padres para educar a sus hijos”. Y es terrible, por la liviandad con la que se usa, luego de la inmensa amargura vivida por miles de padres chilenos después del desastre de la Reforma Educacional de Bachelet. Aquí hay que ser claros, los padres no tienen derecho a cambiar el sexo de sus hijos, pues ello constituye un atentando contra su dignidad, integridad física y psíquica. La voluntad de los padres jamás puede imponerse por sobre la identidad biológica de los menores, pues de ser así, ningún niño podría, por ejemplo, demandar a su padre biológico por paternidad, pues ello precisamente es permitido para proteger el derecho fundamental a su identidad biológica.

Así, y a diferencia de lo que han elucubrado ciertos parlamentarios, este no es un tema de derecho de los padres a educar a sus hijos. Ceder en lo anterior, sí que sería volver a una derecha cavernaria, en donde se mal utilizaba el concepto de “derecho de los padres” de una manera tan absoluta, que podían arreglar los matrimonios de sus hijos aun en contra de su propia voluntad.

Pues bien, esta semana las tres propuestas de texto del proyecto de identidad de género y despachadas por la Comisión Mixta, pasarán por las salas de la Cámara de Diputados y el Senado. Todas ellas incluyen el cambio de sexo en niños, una sin límite de edad, otra entre 14 y 18 años, con o sin consentimiento de los padres.

El llamado no es sólo a aquellos diputados y senadores que dicen ser de derecha, sino que también a ti, que lees esta columna, para que les hagas saber enérgicamente tu rechazo rotundo a las tres propuestas de texto del proyecto ley, pues todas ellas incluyen la posibilidad de que los padres puedan cambiar el sexo de sus hijos, o que los propios niños sin autonomía, tomen una decisión abiertamente irreversible y contraria a su identidad biológica. Depende de ti, depende de todos, que la ideología no destruya la inocencia de todos los niños de Chile. ¡Alza la voz!

  

Fuente: https://www.ellibero.cl/opinion/jose-antonio-kast-con-los-ninos-no-se-metan/

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