Autor: Alberto Labra

17 de Enero 2019 
foto reinaldo uvilla

 

 

Ex senador advierte que la oposición, pese a su dispersión actual, se unirá para los comicios presidenciales. “La derecha se consuela con esto del fraccionamiento de la izquierda, pero eso es transitorio”, dice. Y para enfrentar esto, sostiene que el gobierno de Piñera debe ser “muy realizador”.

 

-¿Ahora prefiere las ovejas a la política? -Bueno, cada cosa a su tiempo. Ahora estoy en esto de la ganadería. Es una manera de ser útil y, además, las ovejas no muerden.

Carlos Larraín pasa alrededor de cinco meses al año en su conocida Hacienda Cameron, en Tierra del Fuego, donde pastorea ovejas y otros animales. Y fue ese interés el que influyó, entre otros factores, en su decisión de no continuar por otro período como vicepresidente de RN, colectividad de la que es uno de los principales referentes, con reconocida influencia y en la que estuvo en la primera línea por 15 años, ocupando, además, la presidencia entre 2006 y 2014. Hoy, en todo caso, mantiene un rol en la comisión política del partido, en su condición de extimonel. Y en esta entrevista, desde su oficina de abogados en Santiago, aborda el papel que desempeña la oposición y este casi primer año del gobierno de Sebastián Piñera, con quien tuvo varias diferencias en su primera administración.

¿Por qué usted no quiso seguir en la directiva de RN?

Porque el tiempo pasa, porque uno termina cansando a la audiencia y hay que aplicar la ley del turno.

Usted había querido dejar antes la directiva, incluso…

Sí, pues, claro que sí, pero Mario Desbordes me pidió que lo acompañara otro poco. Hemos hecho tantas cosas juntos.

Utilizando una recurrente frase suya, ¿se ha notado todo lo que debiera notarse que ganó la derecha?

Peco de expansivo y, por lo tanto, me gustaría que hubiera una profundización de lo que significó la elección de Sebastián Piñera ante Guillier, pero hay que ser equitativo, porque el gobierno no tiene mayoría en el Congreso y, aún así, se han conseguido varias cosas importantes: el éxito en la ley de migraciones, el resultado del Aula Segura y varios otros. Estoy satisfecho con el curso del gobierno, lo que no quita que pueda profundizarse más adelante, a medida que se sienta más a sus anchas.

¿Se han corregido los errores del primer gobierno de Piñera?

Se han corregido ciertas cosas en cuanto a que el gabinete de este gobierno es más potente que el anterior. Tiene varias figuras que pueden marcar agendas propias en distintas zonas de trabajo. Y esa es una diferencia sustancial. En los últimos dos meses, el Presidente de la República ha vuelto a tomar un rol prominente, que, en cierto modo, les hace sombra a estos ministros potencialmente más influyentes. Y esta tendencia a concentrar la atención en la Presidencia daña la institución y concentra estática innecesariamente. Tomemos el rol de la ministra de Educación: cómo ha conseguido impulsar nociones como la del Aula Segura, ahora la Admisión Justa, temas que son muy caros a la mentalidad del chileno normal y corriente, y que han conseguido dejar atrás el tema de La Araucanía como asunto casi único, que es lo que quisiera la izquierda, como está hoy depauperada de pensamiento. Ese es un buen ejemplo de cómo un ministro puede crear focos de atención distintos e impulsar áreas de actividad en que la política es importante.

¿Pone ese ejemplo para que Piñera les deje espacio a sus ministros?

Pongo el ejemplo por dos razones. Los asuntos que corresponden a la mentalidad de derecha o conservadora en el país tienen mucho arraigo y son políticamente rentables, incluso para la institución presidencial. Además, obedecen a una necesidad, porque el proyecto que tiene que ver con introducir un factor de mérito en la admisión es una cuestión de cajón y que les dará a muchas personas de clase media o media-baja la posibilidad de influir más en la mejora de la educación de sus niños. ¡Al parecer, la izquierda cree que el mérito solo se da en las clases superiores!

Más allá de si en el caso de educación es necesario o no, ¿resiste el país que se esté constantemente cambiando cosas de un gobierno a otro? Y en esta discusión, además, se vuelve a instalar un aspecto ideológico, junto con que el Presidente releva mucho más el tema al hablar de la “industria de la educación”…

La manía de las reformas globales en la educación ha sido súper perniciosa, y se repite incansablemente, pero las dos reformas que está impulsando el gobierno en educación no son globales, sino que atienden aspectos parciales, pero importantes, y que están en la base del proceso educativo. Ahora, la palabra “industria” no significa una caída en el inconsciente freudiano, como ha dicho un señor muy opinante. Es, simplemente, carencia de vocabulario del Presidente, que sabemos no es, precisamente, un poeta.

Hay varios en el oficialismo que creen que este gobierno cede mucho ante la presión de la oposición, algo que se ha visto -dicen- en no defender ciertas ideas y en dejar caer a autoridades rápidamente, como pasó con Luis Mayol. ¿Cómo lo ve usted?

El gobierno es muy susceptible y tiene una sensibilidad exagerada frente a la crítica de la izquierda. Pienso que Luis Mayol se puso de lado voluntariamente por ayudar. El caso de Mauricio Rojas simplemente no lo entiendo, así como tampoco entiendo el haber puesto en la calle a 38 oficiales generales de Carabineros de una vez, lo que dejó a Carabineros en manos de la generación de coroneles y puso a las autoridades civiles mucho más cerca del problema de La Araucanía, más cerca de la línea de fuego. O sea, es cierto que el gobierno suele oír más de la cuenta la crítica de la izquierda, que tiende a ser gratuitamente destructiva.

¿Le hace sentido el concepto de “derecha light” de la que habla José Antonio Kast? Usted siempre hablaba de la “derecha boutique”…

Tiene sentido esa expresión. Hay una derecha que se quiere limitar a lo periférico: los resultados en el plano económico y del consumo. Hay personas que creen que porque en Chile se compraron 410 mil autos nuevos el año pasado, ya estamos al otro lado. Y creen, además, que el tema político es de tercer orden. Yo creo todo lo contrario, en la preeminencia de la política, que es lo que está, en el fondo, afirmando José Antonio Kast. Mal que nos pese, el cuadro político se va a ir cargando a las puntas. Y si se suma el resultado del Frente Amplio, más el PC, más ME-O, se llegaba casi a un 40% del voto en la elección anterior. La derecha se consuela con esto del fraccionamiento de la izquierda, pero eso es transitorio, es propio de esta especie de estado de asamblea permanente en el que viven, pero a la hora de votar, van a votar todos ordenados. Y J.A. Kast tiene ese gran chiste: apoyó a Piñera sin condición alguna y logró que el voto que él quiere dirigir no se dispersara. A eso hay que estar muy atento, porque el factor Kast va a ir in crescendo, no va a ir disminuyendo, y él representa lo opuesto de la derecha boutique de jóvenes ricos con ataque de aburrimiento.

Para usted, ¿el pinochetismo es parte de la diversidad de Chile Vamos, como dijeron los ministros Andrés Chadwick y Cecilia Pérez, o esa diversidad tiene límites, como planteó Hernán Larraín Matte?

Efectivamente, en Chile Vamos hay varios enfoques, pero hay que tener unos mínimos: respeto el sistema republicano; resguardar los derechos de la persona, sobre todo la libertad; y respetar la vida, desde la concepción hasta su fin natural. Y esos límites afectan a varios parlantes. He oído voces en Chile Vamos que impulsan la eutanasia y que no estuvieron de acuerdo con la objeción de conciencia institucional. Bueno, esos también son límites. Chile Vamos debiera ordenar a sus meninos en esos puntos también.

¿Y el pinochetismo?

El pinochetismo es un recuerdo histórico. No tiene ninguna proyección política real. El recurso del pinochetismo es típico de la izquierda, que siempre encuentra fantasmas contra los cuales hay que luchar: Hitler, Stalin, Petain, el fascismo, siendo que ellos pactaron y colaboraron con Hitler.

Pero esto lo reflotó la diputada Camila Flores, de RN…

Bueno, ella tiene una idea buena de Pinochet, pero eso no alcanza a configurar un problema político general.

Una de las batallas que tendrá el gobierno es la reforma tributaria. La DC y el PPD plantearon un alza de impuestos a las personas que ganan más, y Desbordes se abrió a esa opción. ¿Cuál es su postura?

Puede significar una salida para corregir el desastre tributario que creó la legislación mal pensada, y que todavía no puede ejecutarse, que impuso el gobierno de Bachelet. Pero creo que debe vincularse un alza posible en los impuestos personales con ventajas tributarias para las familias, que neutralizara un poco el impacto del alza. Por ejemplo, hacer lo que se hace en Francia: se suman los ingresos y se divide por el número de integrantes del núcleo, incluyendo a los abuelos. De este modo, se termina pagando menos per cápita. Se puede también otorgar descuentos mayores por el número de hijos. Y, de este modo, se consigue una mejor justicia tributaria y se apalanca a la sufrida familia chilena, que está cada vez más apaleada y más menguada.

Usted, que ha sido partidario de la inmigración, ¿cómo ve el proyecto que se aprobó esta semana y, además, el mensaje que entrega el gobierno frente a los inmigrantes?

La inmigración viene a suplir los niños que no nacieron en Chile, gracias a las miopes políticas malthusianas. El inmigrante es una persona que viene a Chile porque le gusta Chile. Y eso me llena de orgullo. En Chile somos todos inmigrantes en alguna etapa de la historia. Todos.

Se están poniendo restricciones…

Las restricciones tienen que ver con que el país que acoge al inmigrante tiene derecho a decir “esta persona me aporta más”. Y, segundo, tiene derecho a impedir que venga gente que no es buena para la convivencia. Requerir una visa consular en el lugar de origen es una cosa perfectamente natural. La verdad es que a la izquierda chilena la inmigración no le gusta y la desestabiliza.

Usted dice que las críticas de la oposición son “destructivas”, pero acá se ven dos ejes en ese sector: la DC y el PR, y por otro lado el Frente Amplio, el PS, el PC y el PPD…

La DC sufrió el efecto de la nueva ley electoral, que restableció un proporcional exagerado. Y fue comida por su extremo, por el extremo en la izquierda: están en problemas y se sienten vulnerables. Por eso están más llanos a conversar con el gobierno, aplicando una cierta cuota de realismo práctico. Los radicales son, por definición, no ideológicos, y Dios les guarde eso. Vaya que hace falta el Partido Radical antiguo, fortacho. Ahora, el margen de la izquierda más extremoso es un dato que hay que tener en cuenta. No van a lograr nunca coincidir con el gobierno en nada, aunque el gobierno se dé vuelta al revés procurándolo… Se ha suscitado un polo de izquierda muy duro, al cual hay que estar atento. No porque hoy esté disperso y tenga corrientes -parece chiste, pero ya hay “terceristas” en Revolución Democrática-, van a perderse a la hora de votar en una presidencial.

¿Y cómo la derecha puede enfrentar ese factor de unión que usted ve?

Tiene que llevar adelante un gobierno muy realizador, en que quede claro que la sociedad que se basa en los principios del éxito de la cultura occidental se aplican también en Chile; no claudicar ante la crítica destemplada que muchas veces formula la izquierda, y generosidad a la hora de elegir candidato presidencial. En RN en eso somos graduados: muchas veces se nos ha hecho votar por alguien que no era del partido.

¿Y este es un gobierno muy realizador? Usted ha transmitido que los primeros 12 o 18 meses son claves para hacer cosas concretas…

Efectivamente, creo que el impulso inicial es básico. Ya se han hecho cosas importantes, pero es una pena que el segundo gobierno de Sebastián Piñera vaya a pasar nueve décimos de su tiempo corrigiendo las distorsiones perniciosas que introdujo el gobierno de Michelle Bachelet.

¿Pero no le queda otra?

No le queda otra. Dios castiga, pero no a palos, a los culpables de ese triunfo aplastante que se regaló a la izquierda el año 2013.