Erik Haindl Rondanelli
Ingeniero Civil Industrial, Universidad de Chile,
Master y Ph.D (c ) en Economía, Universidad de Chicago  


En los últimos años, los chilenos están consumiendo cada vez menos alimentos, como producto de la mala situación económica del país. En el año 2023, el consumo promedio de los chilenos alcanzó a 1.953 calorías diarias, que se compara muy desfavorablemente con las 2.442 calorías diarias que se consumían en el año 2017 (caída de 20%). Incluso el consumo de calorías cayó en 2023 bajo la barrera de las 2.000 calorías diarias que los organismos internacionales utilizan como estándar mínimo para los países y que se utilizan en los estudios de pobreza de la población.

Si se considera el consumo de proteínas, este ha disminuido desde 141 gramos diarios en el año 2017 hasta 119 gramos diarios en 2023 (caída de 16%). Esto se manifiesta en una baja en el consumo anual de carnes desde 90 kilógramos por persona en 2017 hasta 82 kilógramos en 2023.

Como los alimentos son bienes de primera necesidad y por lo tanto son lo último que deja de consumir una población, la caída del consumo de alimentos en Chile está reflejando que el chileno promedio cada vez se le hace más difícil alimentarse adecuadamente. El hecho de haber caído de las 2.000 calorías diarias refleja que en promedio los chilenos no se están alimentando bien. Afortunadamente todavía no llegamos a las 1.700 calorías diarias que ya indicaría una hambruna generalizada, pero las cifras reflejan que hay una creciente fracción de la población, que no tiene ingresos suficientes para alimentarse en forma adecuada tanto en calorías como en proteínas. 

En el cuadro anterior se indica el consumo aparente de la población chilena de los principales alimentos. Al comparar los consumos del año 2023 con respecto al año 2017 se observa una fuerte disminución en el consumo per cápita de trigo, que bajó desde 158 a 121 kilógramos por persona al año; en el consumo de papas, que bajó desde 86 a 51 kilógramos por persona al año; en el consumo de carne, que bajó desde 90 a 82 kilógramos por persona al año; en el consumo de leche, que bajó desde 132 a 115 litros por persona al año; y porotos, que bajó desde 0,9 a 0,5 kilógramos por persona al año.

La Revolución chilena no logró mejorar los estándares de vida de la población, sino por el contrario, redujo los niveles de alimentación a niveles que no se veían desde la crisis de 2009.

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