29 septiembre 2020 

 

 

 

 

Alvaro Iriarte


El tema de los mínimos constitucionales en la centroderecha, es una nueva manifestación de un asunto no resuelto: el de los “mínimos comunes” que deberían representar el pensamiento del sector. Este tema estuvo en el debate público hace unos años, cuando los partidos tradicionales de centroderecha y el entonces candidato Sebastián Piñera, se abocaron a dar forma a una nueva coalición política con más actores, centros de estudios incluidos, y nuevos movimientos ciudadanos o políticos. En dicha ocasión se dieron amargos debates por la prensa en torno a temas como el derecho a la vida y otros, sin que se lograra llegar a puerto.

A la luz del proceso de debate constitucional ha vuelto a quedar en evidencia que el “problema de los mínimos comunes” es más bien una discusión de las elites políticas, de las cúpulas de los partidos y de algunos congresistas que son figuras mediáticas (o que buscan serlo). Esto por cuanto, al parecer, la mayoría de los electores de centroderecha parece estar de acuerdo en su rechazo al proceso, así como en una amplia gama de temas políticos e institucionales. Este sería el caso de la ineficiencia y politización del aparato estatal y de muchos de sus funcionarios, de los problemas en materia de justicia criminal, del exceso de regulaciones y largos tiempos para tramitar permisos para emprender o desarrollar actividades productivas, o de la necesidad de respetar el derecho a la libertad de conciencia y de expresión.

En esto es necesario reconocer como punto de partida que existe una distancia cada vez mayor entre lo que se promueve desde los partidos políticos, el Congreso y el actual gobierno de Chile Vamos, coalición de centroderecha, y lo que verdaderamente esperan sus votantes  a lo largo de Chile (las bases). Solo por nombrar algunos ejemplos en los últimos años: la ley de identidad de género, la reforma de pensiones que envía la cotización individual al fondo colectivo, el impuesto a las plataformas digitales, las reformas de escaños reservados para pueblos originarios y la paridad en el eventual órgano que redacte la constitución, el retiro del 10% de la cuenta de capitalización individual y la acusación constitucional contra una ministra de la Corte de Apelaciones de Valparaíso por el llamado “Caso Ámbar”. En cada uno de estos hitos hemos visto a los ciudadanos que se identifican con la centroderecha levantar campañas en redes sociales, opinión en forma de columnas y cartas a los medios e incluso emplazamientos –más o menos amigables– a los partidos, dirigentes, congresistas y al gobierno.

Pareciera que –sin perjuicio de los matices legítimos– hay bastante consenso y claridad en la base de apoyo que permitió a la coalición Chile Vamos lograr 72 de los 155 diputados y llegar al gobierno en las elecciones de 2017. El problema se produce después de los comicios: si durante la campaña los temas era rebajar impuestos para reactivar la economía, enfrentar decididamente el terrorismo en la Araucanía, disminuir el número de congresistas, etc, esas ideas dieron paso a “otras prioridades” que claramente no se identifican con la agenda de sus votantes. En general, si se cuestiona esta actitud se repiten respuestas como “hay que cuidar la unidad del sector”, “otra cosa es gobernar” o “no podemos perder una votación tan importante, es mejor negociar”.

En un posible escenario de elaboración de una nueva constitución, el tema de los mínimos comunes de la centroderecha será gravitante. Lo será desde la conformación de eventuales pactos electorales, la selección de candidatos y finalmente la votación en el órgano redactor. Esta discusión ha sido constantemente pospuesta en el sector por diversos motivos, pero en un punto de inflexión como el que enfrenta Chile a todo evento se resolverá. Sea que se encauce como discusión institucionalizada y dirigida por los actuales actores políticos o sea que termine resolviéndose por la acción política y electoral de las bases del sector. La primera, sin lugar a dudas menos traumática que la segunda, la segunda con certeza más dinámica y profunda que la primera.

Lo importante es que, en cualquier escenario, existirá –para algunos ya en está en marcha– una discusión de lo que significa ser de centroderecha (o de derecha). En este proceso habrá rupturas al interior de los partidos, existirán personajes que sentirán que no tiene espacio y veremos discusiones apasionadas. Asimismo, como se resuelva este tema impactará profundamente en las futuras elecciones. Por esta razón, es posible percibir que el debate de los “mínimos” no es solo constitucional al interior de la centroderecha: es ante todo, existencial.

Fuente: https://controversia.cl/minimos-comunes-en-la-centroderecha/

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