30 de marzo, 2021
Vanessa Kaiser
Candidata a concejal por Las Condes
¿Es una derecha verdadera y una falsa el modo de distinguir entre unos y otros? Yo creo que no; me parece más bien hay que dividir aguas entre “acomodados” que defienden privilegios de corto plazo y quienes tienen el coraje de intentar cambiar el trágico rumbo de los asuntos humanos.
En una extensa columna escrita para este medio, el académico Manfred Svensson analizó al Partido Republicano ofreciéndonos una excelente oportunidad para abrir el diálogo. Si nos situamos en una vereda distinta a la suya, constatamos su aporte al sano debate en dos sentidos opuestos. En el primero muestra aspectos que desafían a los militantes republicanos- el más importante, la adhesión de las bases al pinochetismo-, y, en el segundo sentido, colabora con el proceso hiperinflacionario de caricaturización del partido. A pesar de mi propia postura, muy crítica, me parece poco democrático negar la representación parlamentaria a quienes admiran y/o idolatran a Pinochet, por tanto, me enfocaré en los aspectos más interesantes y enriquecedores de la columna.
Svensson afirma que Kast no capitalizó el voto en favor de una vuelta al orden tras el 18 de octubre por dos motivos: la errónea interpretación de los hechos del pasado (Pinochet) y una falta de comprensión sobre el malestar ciudadano. Difícil discutir con él respecto a ambos puntos ya que, en lugar de hacerse cargo de los argumentos contenidos en la supuesta interpretación que critica, los invalida a partir de una caricaturización de su líder, José Antonio Kast. Recordemos la permanente descalificación de su figura por parte de los medios de comunicación masivos los meses previos a la crisis. Ésta llegó al punto en que se legitimó la supresión de su libertad de expresión y movimiento poniendo en peligro su integridad física. Podríamos agrupar a JAK con esos otros chilenos que osaron salir a defender sus municipalidades en el sur y se les acusó de fascistas, cómics de la autotutela. Asimismo, podemos sumar al grupo de los “sin derechos” a los habitantes de comunas como La Pintana y de las zonas de sacrificio, también a carabineros y grupos de jóvenes universitarios en desacuerdo con ir a paro, el neofeminismo o a favor del capitalismo. Todos ellos han pasado a ser ciudadanos de segunda clase, privados de los derechos más elementales. Este es el primer paso para destruir a un ser humano, nos dice Hannah Arendt.
No conviene ahondar en esos casos, porque nos empujan al pozo del victimismo que es de exclusiva propiedad de la izquierda. Recuerde usted que, en nuestro país sólo existen víctimas del despiadado capitalismo y de su desigualdad. Las que provoca el narcoterrorismo, la “delincuencia política organizada” o la ausencia del Estado de Derecho, no importan. Ellas son invisibles para los lentes de las cámaras que producen y alimentan el inconsciente colectivo (o lo eran hasta el atentado a los periodistas de TVN). ¿De qué otra manera podríamos explicar el silencio de las ONG’s frente a la violación de los DD.HH. de carabineros y civiles inocentes? Hay quienes hablan de una conspiración… en general, no soy partidaria de esa tesis. Sólo vacilo cuando oigo a Maduro hablar de Chile, veo a sus partidarios actuando en organizaciones sociales en nuestro país y leo La constitución tramposa de Fernando Atria.
Retomando el diagnóstico del malestar que Svensson dice el Partido Republicano no logra interpretar adecuadamente, cabe preguntar: ¿las denuncias republicanas sobre la corrupción, el avance del narcotráfico, la delincuencia, los abusos de un Estado que cobra, pero da poco o nada a cambio, son prueba de una total falta de comprensión de la realidad? Interesante… pero, de ser así, habría que intentar una explicación a todas las encuestas previas al 18 de octubre que muestran esos problemas en primer lugar dentro de las preocupaciones de la ciudadanía. (Ejemplo, encuesta CEP mayo 2019).
Bueno, supongamos que a los ciudadanos no les importa que destruyan sus comunas, se extinga el Estado de Derecho, los asesinen en un portonazo y, por falta de pantalones, el gobierno admita la existencia de zonas de sacrificio. Entonces cae de cajón que están preocupados por cambiar la Constitución y me parece que Svensson está de acuerdo con esta tesis.
Esta lectura del estallido, impuesta por el discurso hegemónico en contra del perverso modelo neoliberal, no tiene ningún asidero. Basta ver que a comienzos de la década del ’70 Chile era el país latinoamericano con el porcentaje más alto de su producto destinado al gasto social, mientras ostentaba los peores índices en áreas de bienestar como mortalidad infantil y años de escolaridad. Sumemos a ello que más del 40% estaba sumido en la pobreza (El Mercurio 3/1/2020). Entiendo que a la izquierda estas cifras no le interesen, pero sé que son bienvenidas en un debate serio. Sin embargo, como el dato no mata al relato, argumentemos a favor de la tesis de Svensson invocando el alto porcentaje de ciudadanos que votaron Apruebo. El problema es que la misma realidad no resiste el argumento de que los chilenos estaban cansados con su ordenamiento institucional. Basta tener a la vista las encuestas en que el 49% de quienes aprobaron el proceso constituyente dice haberlo hecho convencido de que su situación material mejoraría gracias a la inestabilidad institucional (Cadem 27/10/2020) y a los efectos mágicos del papel santificado por constituyentes virtuosos e incorruptibles, lejanos a la clase política.: toda esa gente votó engañada. Pero no lo digamos muy fuerte para evitar hacerle el juego a la izquierda extrema
Finalmente, abordemos la distinción entre derecha verdadera y falsa sobre la que Svensson nos llama a reflexionar. ¿Son de derecha quienes, apernados al poder, disfrutan los beneficios de ser rostros de matinales y de todo tipo de privilegios, mientras millones sufren las consecuencias de la impunidad de asesinos, narcotraficantes y sus amigos de la Primera Línea? Según Tomás Mosciatti (26/03/2021): “en 5 años, los homicidios aumentaron en Chile en un 46%.”
Volvamos a la pregunta, ¿son de derecha quienes hoy tienen el poder de frenar el narcotráfico, la violencia, la destrucción del Estado de Derecho, pero no lo hacen, ni siquiera desde el palco que les otorga el ser candidatos a la Presidencia de lo que queda de la República?
Concuerdo con Svensson en que sí lo son, por mucho que a una parte de la derecha le duela. Ese es el mayor aporte de las reflexiones que analizamos: no sólo en la Iglesia, como advirtiera San Agustín, hay hombres de la ciudad de los hombres (hedonistas puros) y hombres de la ciudad de Dios. Lo mismo pasa en todas las instituciones creadas por los seres humanos. En este contexto, ¿es una derecha verdadera y una falsa el modo de distinguir entre unos y otros? Yo creo que no; me parece más bien hay que dividir aguas entre “acomodados” que defienden privilegios de corto plazo y quienes tienen el coraje de intentar cambiar el trágico rumbo de los asuntos humanos, aunque los persigan, caricaturicen y quemen en la hoguera social. Esta distinción “estilo Montesquieu” que diferencia a los regímenes por las pasiones que mueven a sus ciudadanos, no sólo echa por tierra la tesis sobre el carácter disruptivo del Partido Republicano, sino que confirma una vocación conservadora al mostrar su profundo compromiso con ese cristianismo que compartieran quienes entendieron que el sufrimiento terreno no es excusa para evitar hacer el bien. El otro efecto, mucho más relevante, es el cambio de las constelaciones políticas tradicionales chilenas de derecha y de izquierda. Bajo el prisma que distingue entre actores inspirados en la pasión del coraje y aquellos acomodaticios a sus intereses de corto plazo, a un lado se ubican los que aman la democracia y sus instituciones republicanas y, al otro, la izquierda extrema y los acomodados de todos los sectores, incapacitados por la abundancia y el miedo a frenar la destrucción de Chile.
Fuente: https://ellibero.cl/actualidad/vanessa-kaiser-el-coraje-republicano/
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