Cristián Labbé Galilea


La expresión "meter la basura debajo de la alfombra" es una metáfora utilizada para describir la intención de ocultar un problema en lugar de enfrentarlo o solucionarlo, costumbre muy recurrente en el mundo de la política. De una u otra forma, cuando las cosas no andan bien, surge en “los palaciegos estrategas comunicacionales” la ilusoria idea de distraer a la opinión pública con “un hecho forzado”, con la ingenua esperanza que lo importante pase desapercibido.

Cuando el país se horroriza con: el escándalo de “las licencias medicas truchas”; la corrupción generalizada; “la ingeniosa fórmula” de las fundaciones para defraudar al Estado; el uso de “las horas extras” para pagar millonarios sueldos; “las practicas impúdicas” del subsecretario Monsalve; amen de los múltiples casos conocidos de amiguismos, nepotismo y demases… el gobierno no encuentra nada mejor que meter todo esto (y más) bajo la alfombra de una peligrosa maniobra diplomática.

Retirar a los Agregados Militares en Tel-Aviv, mandar a buscar a nuestro embajador, y anunciar la ruptura de relaciones diplomáticas con Israel, no tiene otra explicación que montar un distractor intentando facilitar al Presidente su última Cuenta Pública, en momentos en que su adhesión ha caído sistemáticamente. Agregue mi perspicaz contertulio a esta maniobra el anuncio de enviar al Congreso la iniciativa del Aborto Libre…

Sobre lo último, el aborto libre, ya se sabe que es “puro ruido” porque no prosperará de ninguna manera, pero lo que sí preocupa a esta pluma es ¿qué razones de peso hay para que nuestro país, con larga y reconocida trayectoria diplomática, cometa una imprudencia internacional como la de “involucrarse ideológicamente” en un conflicto que tiene múltiples aristas (defensa, ciberseguridad, agricultura, tecnología, telecomunicaciones…)? ¿No es ahora cuando hay que ser prudentes y criteriosos?

No es necesario ser un diplomático eximio para saber que los principios básicos de las relaciones internacionales están fundamentados en normas del derecho internacional, especialmente en la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, de 1961, la que establece, entre muchas otras materias, que no se debe intervenir en los asuntos internos o externos de otros Estados.

¿Por qué, entonces, acometer esta ofensiva diplomática contra Israel? Una más en la larga lista de actitudes que revelan la falta de criterio en las relaciones con ese Estado. ¿Dónde están los profesionales del Ministerio de RR.EE.? ¿Nadie ha tenido “los pantalones” para hacer prevalecer nuestra prestigiosa trayectoria diplomática? ¿Ha sucumbido el Ministro Alberto van Klaveren S. a la presión ideológica del Mandatario y de la izquierda dura?

A decir verdad, todo resulta inexplicable. En momentos cuando la prudencia aparece como una sabia consejera, una imprudencia como la descrita, la de darse “gustitos ideologizados” en materia de relaciones internacionales, puede resultar muy caro.

En definitiva, ante esta realidad, se percibe la carencia de un profesionalismo diplomático que genere confianza en un mundo dominado por las luchas de poder, y en donde nuestra realidad nos aconseja evitar meter los problemas debajo de la alfombra y fortalecer la cooperación internacional, evitando caer en el expediente fácil de “una diplomacia ideologizada”.

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