Osvaldo Rivera Riffo
Algunos de mis lectores me han indicado que la mayor de las veces escribo en tercera persona y que esto hace que cueste entender para donde van las misas.
Pronto a conmemorarse los 200 años del nacimiento de la reina Victoria explicaré el uso y lo que significa el lenguaje mayestático. De acuerdo a las definiciones establecidas en la lengua hablada o escrita, el plural mayestático consiste en referirse a uno mismo mediante el uso de la primera persona del plural y usando el pronombre “Nos” en sustitución de “yo”
“Este uso fue difundido ampliamente en la antigua Roma y ha perdurado como lenguaje formal en especial en Papas y Reyes (de aquí mayestático) y por cierto implica dignidad, poder y excelencia de la persona que habla o escribe”.
Pues bien, no supondrán Uds. que deseo posar de tal dignidad pero si hacer ver que cuando se escribe o se habla para la opinión pública se debe hacer con respeto, ejerciendo el poder de la palabra con dignidad, con excelencia, sin por ello dejar de ser directo, cáustico o irónico, si viene al caso. Se trata de hacer ver, de hacer sentir, de influir, de convencer, de ganar credibilidad, de sumar adherentes a la causa.
Un lenguaje en primera persona plural compromete a muchos y espanta con sutileza el “yo-yo” tan propio de algunos personajes que gustan de sentirse poseedores de la verdad.
Era muy característico de la reina Victoria hablar usando la tercera persona plural. A propósito del comentario realizado por mis artículos, el Papa Juan XXIII decía: “La circunstancia que motiva esta grata audiencia..., es ya, por si misma, como lo adivináis, muy emotiva para Nos“.
Con el correr de los años y haciendo más comprensible la estructura del lenguaje, se emplea el pronombre Nosotros en vez de Nos y así demostrar que la acción del verbo que describe no ha sido sólo realizada por el que habla o escribe.
Traigo a colación estas sutilezas del lenguaje como una modesta contribución al fenómeno cultural de nosotros, un país formado en las tradiciones de occidente, dónde las formas fueron tan importes como los fondos donde el Ud. era “conditio sine qua non” para expresar respeto. Respeto a los años, a la autoridad, a la experiencia, al conocimiento, a la inteligencia.
¿Por qué hoy todo eso se ha perdido? ¿Por qué hoy se pretende ser contemporáneo sin las buenas maneras que hacían más vivibles las relaciones humanas? El individualismo, el “yo-yo”, es tan poderoso que no permite ver que hay otros mejor que Nos.
Tengo el privilegio de gozar de una madre de casi 95 años y jamás nunca, ni mis hermanos ni yo, la hemos tratado con un diminutivo, o por su nombre o mucho menos le hemos dicho Tú.
Será el signo de los tiempos pero me quedo con el lenguaje mayestático en su significado: Respeto, dignidad, excelencia.
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