Francisco García
Vivimos en un “Estado de Catástrofe” declarado por el gobierno y varias medidas excepcionales han sido aplicadas, incluyendo restricciones a la libertad de tránsito, como de trabajo en actividades que no hayan sido autorizadas. En consecuencia, los ingresos económicos de las personas se han ido al suelo y el gobierno sucesivamente ha establecido medidas de alivio, con distintos niveles de eficiencia.
Mientras tanto, surgió la idea de abrir la posibilidad de que las personas puedan recurrir al 10% de sus fondos ahorrados en las AFP, de tal manera que mejoren su liquidez para solventar gastos esenciales, entre otros, de vivienda y alimentación. La mayoría de los políticos se alineó con esta idea, otorgando una primera aprobación en la cámara de diputados con un poco más de 60% de votos a favor, incluyendo votos provenientes de izquierda y de derecha. Por otra parte, un 20% de los diputados, ¡31!, prefirieron mirar a un lado y abstenerse de votar. Todo esto pasó mientras las expectativas y proyectos de las personas, ya sean laborales, familiares, económicos, se hunden en la expectativa de que “cada día puede ser peor”.
Ya sea por las abundantes razones técnicas que se han dado, como por el escenario político que genera a mediano y largo plazo, lo aprobado es malo y, como siempre ha ocurrido en situaciones similares, se califica el modo de proceder de los diputados con propiedades negativas asociadas a “ignorancia”, “oportunismo”, “cobardía”, “indiferencia”, etc. Pero pocas veces he escuchado que se utilice un término que reúna de manera orgánica todas las características anteriores, y otras tantas más, expresando al mismo tiempo un mal comportamiento desvergonzado, que es cada vez peor y crece sin límites.
A veces se usa el adjetivo “carepalo”, además de otro que suena más o menos parecido, y que, según el diccionario de la RAE, significa “Que no tiene o no muestra turbación, arrepentimiento o vergüenza”. Pero su significado queda corto para incluir la complejidad de las acciones negativas, permanentes y sin contención que hemos visto.
Por otra parte, dudo mucho que alguien pueda sobrevivir haciendo el mal tanto tiempo y a todos todo el tiempo, como hemos visto, sin hacerse daño o por causa de un daño. Por tanto creo que es mejor recurrir al término “psicopático”.
“Psicopático” es un adjetivo que viene de “Psicopatía” y que la RAE define como “Anomalía psíquica por obra de la cual, a pesar de la integridad de las funciones perceptivas y mentales, se halla patológicamente alterada la conducta social del individuo que la padece”. Este término, se traslapa con un amplio conjunto de trastornos que ha definido la psiquiatría, no sin varias discusiones y revisiones, y que incluyen los del tipo “antisocial” y “narcisista” de la personalidad.
Los rasgos psicopáticos incluyen un gran carisma que atrae a los demás; la indiferencia frente a normas o leyes; falta de remordimiento al actuar mal; relación utilitaria con las personas o comportamientos deshumanizados; una gran facilidad de manipulación; toma de riesgos innecesarios; en algunos casos, un sentido propio de grandiosidad o de ser especiales, como puede pasar con muchos que se creen con superioridad moral, algo descrito en el artículo de Osvaldo Rivera, “Un peligro perverso: La Superioridad Moral” [1].
No es rara la presencia de personas con varias de esas características ocupando puestos altos en las organizaciones, gracias a su carisma, particularmente frente a superiores, y acciones desleales, más que a otras cualidades. A pesar de ser peligrosos, pueden generar simpatía, admiración y hasta popularidad, como ha pasado con los personajes principales de series de televisión de éxito y que tienen rasgos psicopáticos: Frank Underwood, “House of Cards”; Walter “Heisenberg” White, “Breaking Bad”; Christian Troy, “Nip/Tuck”; las reconstrucciones, con distinto grado de ficción, de Luis XVI en “Versalles” y de Pablo Escobar en “El Señor del Mal”.
Las formas de operar de personas con rasgos psicopáticos recuerdan a las de muchos políticos que ocupan cargos de poder a pesar de su mal comportamiento, su falta de cualidades técnicas o experiencia relevante; políticos que lograron escalar gracias a su carisma, utilitarismo, deslealtad, y desvergüenza; políticos que a su vez son instrumentales para la implementación de las ideas que describe Jesús Orellana en “Enemigo en las sombras I y II” [2, 3].
¿Qué podemos hacer como ciudadanos comunes frente a personas con rasgos psicopáticos que están operando en el ámbito político? Partir por alejarnos o salir corriendo si estamos en un movimiento o partido liderado por gente así o que no tiene medidas de gestión que permita evitarlas o contenerlas; elegir personas que consideremos que son mejores que nosotros por razones sujetas constantemente a prueba; pero, sobre todo, no volviendo a votar por ellas...
[1] https://www.elpaisonline.cl/columnas-new/osvaldo-rivera-riffo/1455-un-peligro-perverso-la-superioridad-moral
[2] https://www.elpaisonline.cl/columnas-new/jesus-orellana-garcia/1403-enemigo-en-las-sombras
[3] https://www.elpaisonline.cl/columnas-new/jesus-orellana-garcia/1416-enemigo-en-las-sombras-ii
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